Cada año, con un grupo de buenos amigos, salimos a disfrutar del aroma de los pinabetes y las manzanillas en las montañas de Tecpán. Entre el frío, los árboles, la niebla y la buena comida y bebida, meditamos, nos reímos, descansamos y caminamos.
El encanto de la luz, los aromas y las texturas de aquellos bosques y montañas invitan a la introspección y al goce de los sentidos. Invitan a sentir y a compartir. Y a mí siempre me llenan de energía.
¡Gracias al Rafa y a Los ajonjos!