Ayer vinieron las tortillas a casa. Acá siempre tenemos tortillas congeladas porque son muy útiles en caso de emergencia. En casa nos gustan de dos, o tres bolitas; o sea que son más grandes que las que se venden normalmente, y también nos gustan apisthtonadas, o sea que son ligeramente más gruesas que las que uno compra por ahí. Los pisthoes, por cierto, son tortillas gruesas. Nos gusta que sean de maíz nuevo y esas son las mejores. Su aroma inunda la cocina y son irresistibles.
A mi me gusta comerlas con mantequilla y sal; pero también con frijoles y queso fresco; o con queso derretido.
Me gusta remojarlas en algún recado, o en algún pulique. Me gusta la sopa de tortilla, que en realidad no es sopa. Y me llenan de alegría las chilaquilas de tortilla, fritas en aceite de oliva y bañadas en chirmol. El chirmol, por cierto, es una salsa que involucra tomates, cebollas y hierbabuena.
Cuando era niño, las tortillas llegaban a la mesa directamente del comal, a la hora del almuerzo; pero ahora las compro cada tanto y tengo que congelarlas. Congeladas no son tan buenas como cuando están así de frescas; pero sacan la tarea.
Ayer fue día de que las tortillas vinieran a casa…y helas aquí, hermosas. En Guatemala, las meras tortillas son hechas a mano, no en máquina; son mas gruesas que las tortillas mexicanas y estas me las hace Blanqui.