El monopolio estatal de las telecomunicaciones era una fuente escandalosa de corrupción e ineptitud. Igual cosa eran (¿o es?) el gigantesco instituto de electrificación; y la empresa de aviación (que no tenía aviones propios) y la empresa naviera (que nunca tuvo barcos, ni alquilados). Guatemala nunca tuvo muchas empresas estatales, pero tuvo una lechería y una comercializadora de granos con las cuales se enriquecieron quién sabe cuántos funcionarios. Tuvo un comisariato del ejército que debe haber producido quién sabe cuántos millonarios. Tuvo bancos (y tiene) que fueron (¿o son?) piñatas. El sistema estatal de pensiones es saqueado cada tanto. ¿Confías, tú, en que las empresas estatales (municipales) de agua son ejemplos de buen servicio y de probidad? La empresa estatal de ferrocarriles es piedra de escándalo y de ella no quedó más que chatarra…y quién sabe cuántos nuevos ricos. Las empresas estatales hicieron que muchos políticos, funcionarios y empresaurios resultaran pupusos de plata a costillas de…¿adivina de quién?
Hoy, que leo que el Ministerio de Energía y Minas presentó una propuesta de reforma a la Ley de Minería, en la cual se prevé la posibilidad de que el los políticos y funcionarios realicen actividades industriales extractivas por medio de una empresa estatal, sentí un asco. No te imaginas. Sentí un asco indescriptible.