Cinco mil 370 niños que podrían pasar esta Navidad con sus padres adoptivos, tendrán que resignarse, ¡otra vez!, a pasarla en algún tipo de albergue temporal. ¿Por qué? Porque la Ley antiadopciones aprobada en tiempos de Oscar Berger monopolizó y centralizó los procesos de adopciones y porque yo creo que para la burocracia del Consejo Nacional de Adopciones eso de que los niños consigan familias no es prioridad alguna.
Antes de aquella ley, los trámites de las adopciones eran hechos por notarios y aquellas eran autorizadas por jueces con la participación del a Procuraduría General de la Nación. Ahora, el procedimiento se centraliza en el Consejo Nacional de Adopciones, que es un cuello de botella que condena a los niños al limbo y a la desesperanza, en tanto que les atrasa cruelmente la posibilidad de encontrar familias.
Yo digo que si la bruja de Hansel y Gretel era malvada y perversa porque comía niños, ¿qué calificativos merecen los políticos, funcionarios y burócratas del CNA?