Este es el discurso que Giancarlo Ibárgüen S. pronunció en la graduación del Colegio Americano de Guatemala en junio de 2010. Lo comparto porque es una pieza poderosa, inspiradora como pocas y llena de sabiduría. Porque al autor le tengo mucho respeto y cariño. Y porque quiero que lo lean mis sobrinos.
Estimados graduandos: Me siento muy honrado de estar con ustedes, celebrando su graduación, en uno de los mejores colegios de Centroamérica. Conocí a Isabel, mi esposa, precisamente aquí, hace más de tres décadas. Ambos nos graduamos aquí mismo, y hoy nos sentimos padres orgullosos –hace poco de dos, hoy ya de tres– hijos graduados en el mismo plantel… Conozco a muchos de ustedes desde muy pequeños. Los he visto crecer y por eso me siento en la confianza de darles algunos consejos y de compartir con ustedes algunas experiencias de mi vida.
Lo primero es conocerse a sí mismos.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha es un libro extraordinario y, si aun no lo han leído, deben leerlo, como se dice comúnmente, de cabo a rabo. Si lo han leído ya, vale la pena que lo relean. Don Quijote es un personaje con un espíritu noble y un hondo sentido de la justicia. Así lo demuestran sus consejos a Sancho Panza, antes de que éste asumiera la gobernación de la ínsula Barataria. Veamos uno de esos consejos, que es el primero que yo me permito darle a ustedes. Le dice don Quijote a Sancho: “Has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse”.
Los libros grandes, los clásicos, nos enseñan a conocernos a nosotros mismos; cambian nuestras vidas; nos hacen emular a los espíritus inclaudicables –como los de Séneca y Catón el joven, o Frédéric Bastiat y Ludwig von Mises, por ejemplo–, que jamás comprometieron sus principios. Los libros grandes nos llevan a encontrar la sabiduría… Al leer a los clásicos, comprendemos la fuerza del amor en los buenos momentos y en los malos; somos capaces de vernos a nosotros mismos como los otros nos ven; … Los libros –los grandes libros– constituyen siempre una escuela perdurable.
Solía leer, una y otra vez, en voz alta con mis hijos, el estupendo libro del Dr. Seuss –sí, oyeron bien, del Dr. Seuss– Oh, The Places You’ll Go. Este pequeño, pero enorme libro, está lleno de enseñanzas para grandes y chicos. No olviden que, lo mismo que suele ocurrir con las personas, la grandeza de los libros no suele estar precisamente en su tamaño.
Así hablaba el Dr. Seuss:
You have brains in your head.
You have feet in your shoes.
You can steer yourself any direction you choose.
You’re on your own. And you know what you know.
And YOU are the one who’ll decide where to go.
Más adelante nos advierte:
So be sure when you step.
Step with care and great tact
And remember that Life’s a great balancing act.
Just never forget to be dexterous and deft.
And never mix up your right foot with your left.
Conocerse a sí mismos significa levantarse cada día con el pie derecho y no avergonzarse de verse en el espejo. La vida les pondrá delante tentaciones, extravíos y dinero “fácil”. No se dejen vencer ni extraviar. No pierdan de vista el valor de la vida, la libertad, la paz, la verdad y la justicia. Nunca, nunca, claudiquen contra sus principios. Véanse en el espejo cada mañana y háganlo con el orgullo de vivir una vida coherente con sus valores. Que nada ni nadie les arrebate estos valores y estos principios morales, ni la conciencia de ser ustedes mismos.
Hay que vivir cada día como si fuera el último.
Los libros me apasionaron desde muy chico. No pocas veces caminé por estos corredores con un libro –“mi libro”– en la mano. (Bueno, en el High School, en ocasiones llevaba también una pelota de básquet, pues jugaba en el equipo del cole). Aproveché mi tiempo y no perdí ocasión de aprender algo nuevo, o de jugar al básquet. Antes de finalizar el 10º grado, me enlisté como oyente en las clases vespertinas de una universidad que, en aquellos tiempos, tenía su campus frente al Campo Marte y hoy en un bellísimo barranco de la zona 10… (¡Ni modo!, como todos habrán intuido, estoy hablando de la UFM).
Entonces apenas sospechaba cómo esa actitud de “young man in a hurry” me ayudaría a confrontar las diversas vicisitudes de la vida. Adopté, sin saberlo, el lema de Mohandas Gandhi:
“Vive, como si fueras a morir mañana. Aprende, como si fueras a vivir siempre”.
A la edad que tienen hoy ustedes es difícil entender este consejo, pues el puño que tocará a la puerta de todos algún día seguramente les parece lejano. Pero el consejo no es fatalista. Al contrario: lo que significa es que hay que vivir la vida intensamente, aprovechando cada minuto, como si cada día fuera el último (pues eso es lo que significa carpe diem). Inicien el día preguntándose si harían lo que piensan hacer en el caso de que alguien pudiera asegurarles que sería el último, pero no se lo pregunten con espíritu lastimero, sino con espíritu emprendedor.
El Dr. Seuss nos previene:
I’m sorry to say so
But, sadly it’s true
That bang-ups and hang-ups
Can happen to you.
A veces la vida les golpeará en la cabeza como con un gran martillo. No dejen que vacile su espíritu ni pierdan la fe en esa misma vida. Hace tres años y medio me diagnosticaron que sufro de ELA, una complicada enfermedad degenerativa. Al confirmar el diagnóstico en Miami, el doctor me dijo: “regresa a casa y vive tu vida normalmente”. Así lo hicimos mi esposa y yo, sin mirar para atrás, ni lamentarnos por el infortunio. El consejo que hoy comparto con ustedes me permitió afrontar, con dignidad y valentía, uno de los momentos más difíciles que me ha tocado vivir.
Jóvenes, permítanme que se lo repita: ¡vivan cada día de sus vidas como si fuera el último!
Antes de pasar al siguiente consejo, cito a Baltasar Gracián: “Hay cuatro formas de conocer mucho: vivir una larga vida, viajar por tierras lejanas, leer muchos y buenos libros (que es lo más fácil), y conversar con amigos sabios (que es lo más agradable)”. ¡Ojalá tengan la suerte de que todo esto se les cumpla! Pero más que viajar, que leer muchos y buenos libros, que conversar con amigos sabios, e incluso que tener una vida larga, procuren que su vida sea una vida intensa: será la intensidad de nuestra vida lo único que, a fin del camino, servirá para medir nuestro peso, nuestra altura, nuestra anchura y nuestra profundidad.
Busquen el sentido de sus vidas.
La semana pasada mi esposa y yo cenamos en un excelente restaurante de carne en Dallas, Texas. Nos atendió un joven llamado Curtis. En su ausencia, le dije a mi esposa: “¡Te apuesto a que estudió leyes!” En efecto, Curtis nos dijo luego que se graduó de abogado y que se encontraba estudiando su cuarta maestría. Le pregunté qué es lo que más le gustaba hacer y me respondió: ser mesero. Eso es, mesero. Invirtió $300,000 en su educación y descubrió que su vocación es ser un excelente mesero, lo que le permite servir a la gente y conocerla. Curtis es feliz y lleva una vida ejemplar. ¿Por qué? Porque le encontró un sentido a su vida.
El sentido de la vida difiere de una persona a otra. Viktor Frankl dice: “A cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida; sólo siendo responsable puede contestar a la vida”. Jóvenes graduandos: para ser felices, cada uno de ustedes tiene que encontrar el sentido de su vida. Todos tienen que encontrar lo que les apasiona, lo que de verdad aman. El educador Sir Ken Robinson, en su libro The Element: How Finding Your Passion Changes Everything, sostiene que la única manera de hacer un gran trabajo es amando lo que se hace. Si lo que hacen no los apasiona, busquen otra cosa. Si no la encuentran pronto, no se detengan, sigan buscando. Cuando se encuentren en “su elemento”, lo sabrán.
Eso sí, hagan lo que hagan, háganlo con excelencia y pasión. Sean acuciosos, sacrificados, disciplinados, tenaces, responsables, buenas personas. Que nadie les robe la pasión por lo que hacen, ni mucho menos por la vida misma. Caminen siempre con dignidad y con la frente en alto, sabiendo que viven una vida consecuente con sus principios y valores morales. Sean empresarios, profesionales, meseros o misioneros –lo que sea–, pero háganlo con excelencia y pasión. Que nadie les impida construir un mundo mejor.
“En nombre de lo mejor que hay en ti”, dice Ayn Rand en su novela La rebelión de Atlas, “no sacrifiques este mundo a los peores… No olvides que el… hombre es… capaz de recorrer caminos ilimitados. No permitas que se extinga tu fuego…en los pantanos sin esperanza de lo aproximado, lo casi, lo no aún, lo nunca jamás. No permitas que perezca el héroe que llevas en tu alma, en solitaria frustración por la vida que merecías, pero que nunca pudiste alcanzar. Revisa tu ruta y la naturaleza de tu batalla. El mundo que deseas puede ser ganado, existe, es real y posible; es tuyo.” Me despido de ustedes felicitándolos de nuevo y repitiendo lo que les digo a mis hijos cuando salgo de viaje: Read a great book. Be good. Be happy.