¡El Conejo de Pascua vino a casa!, y ahora si que tenía como cinco años de no pasar por aquí. Cuando era niño, el Conejo venía sin falta, ya fuera que estuviéramos en casa, o que aún no hubiéramos vuelto de la playa o de donde fuera.
Sin que los niños nos diéramos cuenta, mis padres escondían los huevos de chocolate en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el Conejo había pasado y que saliéramos a buscar huevos. Cuando los mayores crecimos un poco, se nos mandaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos que eran mis padres los que escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar los dulces. Cuando chicos, lo importante era encontrarlos; y cuando crecíamos el asunto era de a ver quién encontraba más.
La tradición del Conejo de Pascua es de origen germánico y celebra la vida, la fertilidad y la abundancia.
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