Una de las principales causas del éxito que tiene la actividad criminal en Guatemala es la impunidad. No es la falta de delitos tipificados, ni la ausencia de pensa severas (porque hay hasta pena de muerte para asesinos y secuestradores). La criminalidad sería menos, ¡mucha menos!, si los delincuentes tuvieran alguna certeza de que necesariamente tendrían que enfrentar las consecuencias penales de sus actividades criminales. Pero claro, eso no sucede, y la delincuencia prospera.
Hoy vemos un ejemplo de eso, en un ámbito ligeramente distinto: aunque cada año son millones de quetzales los que impone en multas la Contraloría General de Cuentas a oficinas del Estado por mala administración de fondos públicos, apenas consigue el pago de 20 por ciento de esas sanciones. Y el mensaje que reciben los burócratas corruptos, venales, y descuidados, es el mismo que reciben otros criminales: No te apures, lo mas seguro es que no te atrapen, y si te cachan, no habrá consecuencias.
¿De qué sirven las penas, los delitos, y las multas si sólo unos pocos -con mala suerte- tienen que enfrentar las consecuencias de sus acciones criminales? La impunidad, y no otra cosa, es la causa de la inseguridad en la que vivimos.