La libertad, no el monopolio, les dió teléfonos a los pobres

Cuando veo a una anciana que vende dulces y llama un taxi cerca de la media noche para que le lleve a su casa, ¡con su teléfono móvil!; cuando veo a un heladero, a una mendiga, a dos basureros y a un jardinero haciéndo uso de sus teléfonos, me pregunto; ¿en qué fregados piensan gentes como Acisclo Valladares y Edgar Gutiérrez cuando se lamentan porque se perdió el patrimonio público, o sostienen que el avance tecnológico y no la desregulación y la privatización fue lo que puso teléfonos en el cinto de los más pobres.

La gente tiene teléfonos móviles, no para “la pertenencia social”, sino para mejorar su calidad de vida. No para engrandecer al estado con una telefónica monopólica que no da líneas y que cuesta platales en corrupción, sino para comunicarse y resolver problemas…o porque se puede.

Lo cierto es que la desregulación y la privatización de las telecomunicaciones democratizó la telefonía, más que cientos y cientos de discursos y de normativas ideológicas. La nueva tecnología de telecomunicaciones, en manos de los políticos y burócratas que usted ya sabe, hubieran tardado cuatro años y cientos de dólares en mordidas -¡como ocurría cuando controlaban Guatel!-.

Los pobres -que antes no tenían teléfonos fijos- ahora tienen teléfonos móviles baratos y buenos, no porque los políticos hayan conservado el monopolio, ni porque se haya conservado el patrimonio del estado. ¡Todos pueden tener teléfono porque se liberó el mercado telefónico! Lo demás, es calor.

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