Cuando me enteré de que el árbol que tengo frente a una de mis ventanas es un Llama del bosque me alegré porque me imaginé que en tiempos de floración se verá hermoso.
En tiempos de floración, claro; porque lo que es ahora, cuando expulsa sus semillas, lo único que hace es mantener mi casa llena de esos objetos que entran por las ventanas y se instalan en donde pueden.
Hay una canción de Erasure que dice: I love to hate you. Y ya veo que ese va a ser el tipo de relación que tendré con el citado árbol. De paso me acordé que, en tiempos de Ubico, el alcalde (¿o intendente?) le preguntó a mi bisabuelo, Federico, que qué árboles quería que le sembrara frente a su casa. Mi bisabuelo pidió Matilisguates. Y la calle quedó espectacular, con Matiliguates a ambos lados. Pues bien, mi bisabuelastra se quejaba de que a lo largo del año nunca dejaba de barrer. Primero barría las hojas, luego las flores y luego las vainas.
Y todo esto me recordó aquello del Arbol del matrimonio, que primero todo es flores, luego es frutos y al final sólo quedan las vainas.
La foto, por cierto, es de una de aquellas semillas.