02
Mar 14

¿Aló?…gracias a Raúl de la Horra

¿Alguna vez has sentido que un texto expresa perfectamente lo que tu hubieras querido decir?  Eso me pasó ayer con la columna de Raúl de la Horra, texto que me tomo la libertad de reproducir para uso, goce y disfrute de todos los que puedan valorarla:

Hay un síndrome chapín que quiero sacar a luz: la dificultad que tenemos, lo difícil que nos resulta, ser claros y directos. Sobre todo cuando llamamos por teléfono. El guatemalteco, cuando habla por teléfono, parece que sufre, durante largos quince segundos, antes de anunciar su identidad, un ataque de angustia. 

“¿Aló? (silencio). ¿Aló, quien habla? (silencio)” Del otro lado del auricular se escucha una respiración. De pronto, surge una voz: “¡Hola, mi estimadooo! ¿Don Raúl de la Horraaa? ¿Ya no me reconocés? (silencio) Te habla…Ricardooo” (¿Ricardo?) “¿Qué Ricardo?” (¡Conozco a cuatro Ricardos!) “¡Ricardo, hombreee, nos conocimos en casa de Fulano hace un mes, no te acordás?” “¡Ahhhhh, sí, Ricardo…!” 

¿Qué es esta manía de no explicitar el nombre al principio? ¿Y de suponer que todos tienen que reconocerlo a uno enseguida? ¿Qué diablos le pasa al guatemalteco que se tensa, se pone protocolario y solemne cuando hace una llamada? ¿Qué sucede en su cabecita para quedarse en blanco, con la palabra trabada en la boca? ¿Teme interrumpir? ¿Teme recibir una puteada? Quizás sean resabios de una cultura forjada a latigazos, es posible.

Voy a dar un consejo: diga usted su nombre completo, anúnciese, con voz clara y pausada: “Buenos días, aquí habla Fulano de Tal, nos vimos en tal sitio…” ¿Simple, no? Decir el nombre completo y recordar el contexto de la relación es una forma eficaz de afirmarse, de posicionarse, de establecer la identidad. No es complicado, nadie lo va a morder. Pruébelo y verá que se siente mejor. Y, por supuesto, también su interlocutor.


13
May 07

¿Es usted un ciudadano normal, o todavía piensa?

Aquí, en Guatemala, circula un correo electrónico que invita a las personas a cambiar el país, entre otras cosas, mediante el pago de impuestos. Y yo sugiero que vayamos más allá. Sugiero que cuestionemos los tributos y el uso que se les da. Sugiero que cuestionemos el sistema entero. Sugiero que cuestionemos si queremos una sociedad basada en la competencia por privilegios, o una basada en la cooperación voluntaria y pacífica.

Sugiero que el ciudadano deje de verse a sí mismo como súbdito y se vea como cliente; en el sentido misesiano de que el cliente es el soberano.

La ilustración fue tomada de Etiqueta.