Era cuestión de tiempo. Sin ciudadanos comprometidos con la defensa de sus derechos individuales; pero con abundancia de ciudadanos asustados por la inseguridad y bien entranados por el sistema educativo estatal, al estado niñera -que te dice que puedes comer, y qué no- se le ha sumado el estado viglante que te tiene el ojo puesto y conoce todos tus movimientos. Con una tecnología que ha sobrepasado los sueños de los futurólogos más alucinados del siglo pasado, en manos de jóvenes brillantes capaces de aprovechar todo el potencial de aquella tecnologia, y controlado por políticos cada vez más inescrupulosos y audaces, el estado vigilante hace de distopias como 1984, V for Vendetta y Gattaca, y de pesadillas como The lives of others, realidades cada vez más peligrosas.
En tiempos de los dictadores guatemaltecos de principios del siglo XX se les llamaba colas con orejas a los agentes que estaban encargados de seguir y escuchar (y observar) a las personas que eran sospechosas de estar involucradas en actividades contra aquellos regímenes. Las colas con orejas están, ahora, en las cámaras de las calles, en los servidores y en los servicios en línea, y no puedes meterte en un callejón para perderlos. A las nuevas colas con orejas la tecnología les permita vigilar a millones de personas en cualquier parte del mundo.
Cuando era niño leí la historia de un rey que era tan metiche, que aprendió a leer los labios y desde el balcón de su castillo se entaraba, así, de las conversaciones de sus súbditos. Para evitar que el rey supiera se enterara de sus conversaciones, un chico listo hablaba en jerigonza. Luego de leer ese cuento en clase, mi cuate, Edwin, me enseñó a hablar jerigonza. Lo que ocurre ahora, sin embargo, no es algo inocente propio de un rey sin-algo-mejor-que -hacer.
Si te interesa el tema, te sugiero que sigas a @Reason, que está produciendo muy buen material al respecto.