Durante 36 años los guatemaltecos nos vimos envueltos en un enfrentamiento armado. El propósito del mismo era la toma del poder por parte de la guerrilla, para convertir a Guatemala en un estado modelado al estilo de la dictadura cubana.
El régimen de aquella isla, presidido por Fidel Castro, animó, financió, apoyó e inspiró a la guerrilla chapina para que instaurara la dictadura del proletariado en Guatemala; y como consecuencia de ello hubo 36 años de pesadilla y cerca de 37,000 muertos.
La sangre de esas 37,000 víctimas mortales clama al cielo, ahora que se ha anunciado que el presidente socialdemócrata, Alvaro San Nicolás Colom viajará a Cuba para rendirle pleitesía a Fidel Castro. Colom le llevará la Orden del Quetzal, obtendrá su preciada foto con el anciano líder del socialismo latinoaméricano y sobre la pisoteada dignidad de todas las víctimas del intento de la URNG por hacerse del poder, se elevará su ego. Y luego…habrá silencio. Habrá un silencio frío.
Si para Enrique IV París valía una misa; para San Nicolás, una foto con Castro, ¿vale la dignidad de los guatemaltecos?