El Tribunal Supremo Electoral, la democracia y la política

El jueves pasado a los diputados volvieron a mostrar el cobre en el contexto de la elección de magistrados para el Tribunal Supremo Electoral.  Las noticias reportaron que se cayeron los acuerdos entre al partido oficialista y sus aliados.  La llamada sociedad civil y la cúpula empresarial (¿Por qué es que la cúpula empresarial no es parte de la sociedad civil?) se incomodaron y los trapos sucios de tirios y troyanos fueron exhibidos para quien aguantara verlos.

Que hubo negociaciones bajo la mesa, que hay connivencia entre el partido oficial y el grupo opositor más notorio, que las cosas las negocian las dirigencias, que hubo manipulación, que los diputados cayeron en comportamientos tradicionales, que hubo opacidad y discrecionalidad, y que no hubo criterios objetivos, tu ya te sabes la letanía.

Ahora bien, si los diputados cayeron en comportamientos tradicionales…como parece ser que fue, ¿por qué nos sorprende? Pero, peor aún, ¿por qué les parece malo y extraño a los fanáticos de la democracia?

La democracia es el gobierno de la mayoría y por eso les gusta tanto a los demócratas extremos. ¿Te das cuenta de que si el valor de la democracia es -precisamente- que es la voluntad de la mayoría- los diputados son una expresión política y casi indiscutible de aquella voluntad mayoritaria?  Tal vez las actuaciones de los diputados no se ajusten a las expectativas de los grupos de interés (como la sociedad civil); pero lo cierto es que los diputados tienen un mandato democrático conseguido en elecciones razonablemente democráticas.  O…¿habrá un grupo significativo de diputados que no llegó a sus curúles por medio de elecciones democráticas en los que la mayoría de los votantes les dio un mandato?

Tenemos un problema, ¿o no? Yo digo que tenemos varios.

En aquel estado de cosas, el argumento de que procesos como la elección de magistrados para el máximo organismo electoral no sean políticos me parece una ilusión ingenua.  El acto de decidir quiénes van a ser los árbitros en el proceso de repartición democrática del poder es un acto político.  ¡Porque tiene que ver con la repartición del poder!  Claro que el que sea político no quiere decir que sea politizado, ¿me entiendes? Para el futuro de la república es muy peligroso que el Tribunal Supremo Electoral sea politizado. Pero…ya sabemos que en este tipo de procesos los diputados caen en comportamientos tradicionales. ¿Por qué iba a ser diferente ahora? Quizás porque ha sido diferente en otras ocasiones.  Los primeros Tribunales Supremos Electorales eran ejemplares. ¿Por qué es que ahora tenemos la percepción de que no?  ¿Cuáles fueron los incentivos para que las cosas fueran distintas?

Los diputados que la gente elige democráticamente son lo que da la melcocha.  Son lo que hay.  Elegir diputados democráticamente (en vez de hacerlo a dedo, por ejemplo) es una práctica sana.  Pero…¿cómo podemos conseguir mejores diputados? ¿Depende de la oferta, o depende de los electores? ¿O de ambos? ¿Cómo hacemos para conseguir diputados que no caigan en comportamientos tradicionales (que además son predecibles).  El carácter democrático, ¿es suficiente para legitimar un mandato? Yo digo que no y que la democracia no sólo debe tener límites, sino estándares. Y digo que no se le puede pedir a la democracia algo que no puede dar.

Acabo de leer, en Twitter, la frase siguiente:  La adicción al hiperestado se sustenta sobre la (vana) esperanza de un estado mejor y sobre el miedo a alternativas que socaven el “statu quo”.  Debido a las ideas prevalecientes en nuestra sociedad, el hiperestado y la democracia están íntimamente relacionados; y que -en este caso- lo que se dice del hiperestado se aplica a la democracia.  la gente cree, en vano, que podemos tener una democracia mejor (al hacer la más democrática), y la gente le tiene miedo a explorar opciones que alteren el establishment.  ¿Por qué, entonces, nos extraña que en un proceso político y democrático los diputados caigan en comportamientos tradicionales y haya negociaciones bajo la mesa, oscuridad, arbitrariedad e incumplimiento de pactos así como búsqueda de posiciones de poder e influencia.

Hay filosofías sociales que enseñan que en las sociedades humanas las relaciones más importantes son las de poder, cuando no las de dominación.  ¿Qué tal si las abandonamos aunque hagan berrinches el statu quo y el establishment? ¿Qué tal si evitamos la politización de procesos como la elección de magistrado s para el TSE?

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