Menos fiscalización, más abusos

 

Darle dinero y poder al gobierno es como darle whisky y las llaves del carro a un adolescente, dijo el periodista P. J. O’Rourke, y de esa frase sabia me acordé cuando leí que la administración semillera pretende hacer pasar legislación que autorice contrataciones y compras gubernamentales sin los controles y requisitos propios de la Ley de Contrataciones del Estado.

¿Gastos sin controles? ¿Como es que eso no va a parar en corrupción? La ilustración es de Grok.

¡Imagínate! Si con controles la burocracia y los pipoldermos se las arreglan para hacer mano de mono y otros bienes, ¿qué ocurriría si ministerios, municipalidades y Codedes pudieran disponer del dinero que toman de los tributarios de la misma forma en que un adolescente dispondría del whisky y el carro?

Encima, un grupo de diputados de oposición pretende hacer pasar su propia legislación de laxitud para compras muncipales. Está claro que, para tirios y troyanos, gobernar es gravar para gastar… y para salir de pobres.

Legislaciones que neutralizan la necesaria supervisión de cómo se gasta el dinero de los tributarios facilitan la arbitrariedad, favorecen la profundización de la corrupción y del clientelismo, y oscurecen la transparencia.

A todo aquello, súmale que la administración Arévalo ha sido notoriamente inútil en cuanto a ejecución presupuestaria; y si son incapaces de hacer obras tan sencillas como cortar las malezas que hay en los camellones de las carreteras, ¿de dónde sale la idea de que necesitan menos fiscalización de toda la plata que tienen? ¿Cuál es el objetivo real de aquellas pretensiones legislativas?

Dar rienda suelta al gasto público sin controles es abrir la puerta al despilfarro y al abuso. Los tributarios merecemos un gobierno -o por lo menos una admnistración- que rinda cuentas, no que se emborrache con nuestro dinero mientras conduce quién sabe con qué rumbo. ¿Es hora de exigir transparencia y responsabilidad?, o muy feo.

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