Iba a escribir esta nota luego de ver la película Oppenheimer; pero resulta que hoy es el aniversario de la explosión de Fat Man, la bomba atómica arrojada en Nagasaki y hay bastantes comentarios al respecto en redes sociales; así que aquí van unas meditaciones.
Hace cinco años me di cuenta de que en poco tiempo ya no habrá sobreviviente alguno, ni las experiencias atómicas en Hiroshima, y Nagasaki; y de que muchos de los que entonces tenían suficiente edad como para recordar el horror con alguna claridad, están por entrar a la octava década de sus vidas.
Los demás, los afortunados de no haber estado ahí, ni en la guerra espantosa que precedió a las bombas, tenemos la obligación moral de entender lo que ocurrió y hacer todo lo que sea racionalmente posible para que aquello no vuelva a ocurrir.
Para ello te recomiendo dos lecturas:
1. El capítulo titulado Gifts from Heaven, en Nothing Less than Victory, por mi cuate John David Lewis (QEPD). No soy fan de las guerras; pero sí lo soy de la historia y de las buenas historias y de aquellos que saben contarlas. En aquel libro John nos relata como es que un objetivo de la guerra es acabar con la voluntad de pelear por parte del enemigo; y al identificar las motivaciones humanas detrás de los conflictos militares, su obra expone cómo es que acciones estratégicas ofensivas pueden conseguir la paz duradera. John también explica cuál es la filosofía, o la patología social que hizo posible la participación de los japoneses en la II Guerra Mundial.
2. La segunda lectura es el capítulo titulado An Infernal Theocracy, a Celestial Caos, de Modern Times, por Paul Johnson. El autor destaca el rol del sintoísmo como sucesor del bushido y fuente de las ideas necesarias para el nacionalismo expansionista y para el militarismo y la violencia.
También te recomiendo la película Yamamoto Isoroku acerca del almirante japonés que dirigió el ataque a Pearl Harbor.
Esta película presenta la perspectiva japonesa del trágico involucramiento de aquel país en la II Guerra Mundial. Cuidadosamente, la peli evade relacionar al emperador Hirohito con la política de guerra; y por ningún lado se asoma la relación que hay entre el ánimo guerrero de los políticos japoneses con la cultura sintoísta, aunque sí asoman las tradiciones samurai.
A lo largo de la peli se hace evidente la irracionalidad que prevalecía entre políticos, militares, periodistas y personas en general frente a lo que significaba una alianza con Hitler y Mussolini; y frente a lo que significaba enfrentarse a un enemigo formidable como eran los Estados Unidos de América.
¿Tenía justificación el uso de aquellas armas? Coincido con los que opinan que sí.
Primero porque la obligación moral del gobierno de los Estados Unidos (y de los aliados) era la de evitar que continuara la matanza de jóvenes estadounidenses y de jóvenes de otros ejércitos que se hallaban en el teatro bélico del Pacífico luchando contra Japón. Había que para esa guerra ya, y ya estaba disponible la tecnología para hacerlo. Aquello tenía que haber terminado luego de el estallido de Little Boy sobre Hiroshima, pero la hubris es mala consejera. Segundo, porque una invasión de Japón se hubiera convertido en una carnicería demencial debido al misticismo japonés. Esa carnicería hubiera sido entre pobladores de las islas y entre los ejércitos invasores. Hubiera durado días, si no semanas. No era difícil imaginar que los japoneses hubieran luchado con varas de bambú afiladas, con uñas y con dientes para defender el honor de su patria y el de su emperador. Finalmente, los soviéticos estaban avanzando por el norte y hubieran ocupado buena parte del archipiélago nipón, y había que evitar que allá ocurriera la partición que ocurrió en Alemania y en Europa. ¿Quién, en su sano juicio, querría un Japón del norte a similitud de Europa del este…o de Corea del norte?
Si te interesa el tema te recomiendo este vídeo de Yaron Brook.
Actualización: El 10 de agosto fui a ver la peli y de verdad te la recomiendo. Te dejo con tres frases para meditar:
- Nadie debería ser juzgado [sometido a un proceso judicial, o político] por expresar sus opiniones con convicción.
- No se si deben confiarnos esta arma; pero a los nazis, No.
- Nos necesitan por lo que somos, así que sé tú mismo… solo que mejor.
Creo que esas tres frases resumen tres buenas ideas de Oppenheimer.
Dicho lo anterior y sin dejar de reconocer que Oppenheimer es una buena inversión de tres horas, algo que no deja de inquietarme -de este tipo de pelis- es una especie de justificación de los comunistas estalinistas en los Estados Unidos de América, a quienes se los pinta como liberals idealistas e inocentes que se plantan frente al mal que encarnan los ideales de aquella gran nación.