Hay una canción que dice: Cae fuego en lugar de maná/ Se disfraza el asfalto de mar/ El zapato no encuentra el pedal/ Parece que anda suelto Satanás. De esa canción me acuerdo cuando veo las listas de candidatos presidenciales, candidatos a diputados y candidatos a alcaldes para los próximos comicios.
No sólo es que en los mal llamados partidos políticos están raspando las ollas para encontrar las sobras, sino que pareciera que anda suelto Belcebú. Con razón se hace muy difícil decidir por quién votar y con razón se discute bastante sobre el voto nulo.
Por un lado está quienes ven en esa opción un acto soberano de negarles su particular mandato a los aspirantes a cargos de elección popular. La racionalidad de esa preferencia es que si no les das tus votos a los candidatos estos no te representan, no les das autoridad, ni apoyo, ni legitimidad.
Añádase que el voto nulo deslegitima un sistema que para nada sirve a los electores y a los tributarios; que el voto nulo significa menos dinero para las roscas electoreras, y que incluso puede conducir al cierre de aquellas organizaciones incapaces de conseguir más del 5% de los votos.
No es poca cosa el voto nulo desde aquellas perspectivas.
Por otro lado está quienes destacan que con tu voto, o sin tu voto, alguien va a ser electo, sí, o sí. Como hay candidatos peores que otros, desde distintas perspectivas, el voto nulo es peligroso porque puede beneficiar a la opción más incapaz, más corrupta, o más criminal. De modo que la opción más ética, para el elector, es tratar de evitar al mal mayor. No por darle un mandato al menos peor; sino por negárselo al más nefasto.
Otro detalle es que no es lo mismo no ir a votar, que votar nulo. Cuando alguien no va a votar puede ser que lo haga porque estaba enfermo, porque estaba fuera del país, porque tuvo una emergencia, porque está preso, o algo parecido y por lo tanto su acción de no acudir a las urnas es políticamente vacía. Pero si alguien se toma la molestia de acudir a un centro de votación y vota nulo, ahí sí hay una expresión manifiesta. Eso hago siempre en las papeletas para diputados del Parlacén.
El proceso para tomar una decisión electoral debería ser personal, pensado y contextual. No es one size fits all; y dicho esto siempre tengo presente la frase de Dante Alighieri: Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral.
Voy a repetir que el proceso para tomar una decisión electoral debería ser pensado, personal y contextual; y que no es de talla única. De modo que aquel proceso incluye votar por el candidato A, por el candidato B, votar nulo, o no votar. Claro que incluye el acto de dar un mandato, pero también el de negar un mandato; posibilidad esta última que, en el contexto apropiado, es tan importante como la primera.
¿Y cuál es la clave para no ir a parar a uno de los lugares más oscuros del infierno? La de asumir la responsabilidad moral personal de la decisión tomada en el contexto temporal y espacial de cada elección particular. En no falsear la realidad y en reconocer que así como a veces es útil y valioso dar un mandato, otras veces es igual de útil y valioso negar un mandato, impedirlo, o por lo menos obstaculizarlo.
¿Qué piensas?