Hay que quitar impuestos a combustibles

 

No se si es cierto que el ser humano es el único animal que tropieza con la misma piedra; vaya uno a saber.  Lo que si parece cierto es que muchos seres humanos están dispuestos a cometer el mismo error muchas veces.

Tomemos, por ejemplo, dos de las políticas anunciadas por el presidente Alejandro Giammattei el fin de semana.

El Ministerio de Energía y Minas ha incrementado la fiscalización y monitoreo de los expendios de gas propano y las estaciones de servicios y plantas de combustibles con el fin de mantener el control sobre los precios de los combustibles. Junto a la DIACO se activará el Plan Cetinela para verificar que los precios sean correctos.

Todo eso es postureo puro porque. la verdad sea dicha, ¿para qué sirve el monitoreo? Para ensuciar papel y ocupar bytes.  Pero en el peor de los casos sirve para que alguien tenga la iniciativa de corregir la situación, ya que los políticos y burócratas suelen creer -y ese es el caso de los nuestros- que hay un precio correcto y que ellos saben cuál es el precio correcto. Ese supuesto precio correcto suele ser uno político, al que nada le importan la ciencia económica y sus enseñanzas. En consecuencia el precio correcto suele tener consecuencias no intencionadas (pero no desconocidas) tales como la escasez, el contrabando, la corrupción, una asignación de recursos distorsionada y la mala calidad, como ya lo sabemos los chapines que, en los años 70, 80 vivimos los efectos nefastos de los controles de precios en la leche, en el pan, el papel toilette y los combustibles, por ejemplo.

El Ministerio de Agricultura lanzó un plan para subsidiar agricultores y la administración ha ampliado el subsidio a la tarifa eléctrica.

No les llaman subsidios a un estipendio y a la llamada tarifa social, pero un subsidio es un subsidio y tu ya sabes cuáles son las consecuencias de los subsidios: una asignación de recursos distorsionada, la toma de dinero ajeno por la fuerza y su posterior asignación a intereses específicos usualmente clientelares y usualmente ajenos a la voluntad de los propietarios legítimos de aquellos recursos; también suelen terminar en desperdicios y en corrupción.

Lo que no se le ocurrió a la administración Giammattei es lo único que legítimamente podría beneficiarnos a todos los consumidores de combustibles y de transporte.  ¿Qué es? Pues que los políticos y burócratas renuncien a la tajada de impuestos que pesan sobre los combustibles y que los hacen artificialmente caros.  Un estimado apunta a que el galón de gasolina, sin los impuestos que toman los políticos y burócratas, costaría Q22…minutos más, minutos menos. ¿Sabes que mientras un galón de gasolina súper en El Salvador cuesta el equivalente a Q33.55, aquí cuesta Q 38? Eso es por impuestos.  Claro que en el mercado internacional están subiendo los combustibles (a causa de las políticas de Biden y de la invasión rusa de Ucrania, pero suben diferente y pueden subir poco, o mucho, dependiendo del esquema expoliador que hay en cada país a causa de los impuestos).

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