¿La rampita del Renap, o el reconocimiento a Kevin Cordón?

 

Si hubiera un concurso, ¿cuál de estos actos gubernamentales ganaría el premio del más ridículo?  ¿La inauguración solemne de la rampita del Renap de Coatepeque, o el reconocimiento del Ministerio de Cultura y deportes para Kevin Cordón?

Según yo gana el reconocimiento por lo mezquino; aunque la pomposidad y lo pretencioso del acto en el Renap tiene lo suyo para ganar.

Descontando que me gustan los juegos olímpicos y que me encanta ver a mi madre animando a Kevin Cordón, a Luis Carlos Martínez, a Luis Grijalva, a Charles Fernández y a Scarleth Ucelo, siempre queda la duda de si es legítimo que personas individuales puedan usar el dinero tomado a los tributarios para financiar sus aficiones de cualquier clase. Queda la duda, también, de si es legítimo que el dinero de los tributarios sea usado para repartir reconocimientos de cualquier clase.

En esa dirección, cuando mi amiga, Carmen, vio el chaye que el Ministerio de Cultura le dió a Cordón pensó: ¡Que bueno que hay austeridad!  Sin embargo, estoy seguro de que las autoridades no tienen miramientos en gastar el dinero que toman de los tributarios en otras prioridades y que para eso son manirrotas.   Especialmente si esas prioridades producen réditos políticos, o sirven a su comodidad.

En 1975 mi abuela, Frances (junto a otras damas respetables), recibió un una medalla y un diploma como Mujer del año, de manos del presidente Kjell Lauguerud, por sus labores filantrópicas.  Mi punto es que, si bien el diploma era X, la medalla era sobria y elegante, para nada pretenciosa…y que si el poder político siente la imperiosa necesidad de otorgar reconocimientos, la antigua y prestigiosa tradición de entregar medallas tiene muchísima más dignidad que la práctica cutre de entregar un trofeos de partida.

Independientemente del patético colectivismo que generan los juegos (¡Ganamos!, o ¡Guatemala obtuvo…!, por ejemplo) pienso que el recibimiento que la gente le da a sus héroes deportivos es tan emotivo y conmovedor.  Seguramente esas demostraciones de admiración tienen más valor que cualquier trofeo, medalla, o diploma otorgados desde el poder político  Van mis respetos a los atletas olímpicos chapines por recordarnos el valor de virtudes como la resolución, la perseverancia y la responsabilidad; y por ir más rápido, más alto y más fuerte.

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