¿Qué pata puso ese huevo?

En el contexto de la elección de magistrados para la Corte de Constitucionalidad (cuyo cambio debe realizarse en el plazo fatal estipulado en la constitución, sí, o sí), el concepto de reconocida honorabilidad parece presentar dificultades e incluso es controversial.

Virtud cívica, en el Greenwood Cemetery. Rhododendrites, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

En una comunidad e incluso en la Guatemala soñolienta de principios del siglo XX era relativamente fácil saber quien era quien y conocer la reputación de las personas. En tiempos de mis padres y de mis abuelos, y antes, era más fácil saber quiénes lucían trayectorias de virtudes como responsabilidad, confiabilidad, honradez, prudencia y otras que apuntan a la honorabilidad.  Pero es más difícil en una sociedad compleja.

Mi abuela decía: A saber qué pata puso ese huevo, cuando se refería a personas cuya trayectoria o reputación eran desconocidas.  No es que sea malo por sí mismo ser desconocido; pero el concepto de reconocida honorabilidad trae consigo la necesidad del reconocimiento.

En El retorno del superhombre, Warren Orbaugh define algunas de aquellas virtudes  como: responsabilidad, el hábito de honrar la obligación elegida en el supuesto de que somos seres volitivos y somos la causa de los actos propios; confiabilidad, el hábito de proyectar hacia los demás la seguridad de que uno honrará la obligación asumida; honradez, es la virtud de aplicar la sensatez, la veracidad y la justicia a evitar perjuicios a terceros, deliberadamente; y la prudencia o sensatez que es el hábito de deliberar y juzgar correctamente sobre lo que es bueno.

Y entonces, me pregunto, esos magistrados que retrasan resoluciones, o las aceleran con criterios políticos (en vez de jurídicos y constitucionales) ¿lucen virtudes como la honradez y la prudencia?  Esos que van en representación de intereses particulares, y los manipuladores ¿tienen trayectorias de confiabilidad? ¿Buscamos superhombres? El sistema, ¿atrae, o repele a personas virtuosas?  Es importante, sí, saber qué pata puso ese huevo; pero es más importante el diseño institucional que no dependa de las personas, sino de la calidad institucional en sí misma.

Columna publicada en elPeriódico.

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