Hay un nombre para lo que hizo el alcalde de La Antigua al emitir un comunicado en el que el ayuntamiento de la ciudad ordena la suspensión de la celebración del halloween: la palabra es alcaldada.
¿Qué es una alcaldada? Es una acción arbitraria, o abusiva de una autoridad, especialmente un alcalde, llevada a cabo en ejercicio de sus funciones; y el concepto se aplica a la corporación muncipal, por supuesto.
En el contexto de la decimonónica Ley de orden público, el gobierno (sólo con la aprobación del Congreso) puede prohibir ciertas actividades privadas. Esa es una facultad legal; pero violatoria de los derechos individuales y por lo tanto ilegítima, del gobierno. Facultad que no tienen alcalde, ni concejo municipal alguno. De ahí la alcaldada.
A la ilegitimidad y al abuso de poder, súmale las justificaciones aludidas en el comunicado: No se celebraron la cuaresma, ni la semana santa, ni las fiestas patronales, ni el día de los muertos; y lo que se lee ahí es que si nosotros no tuvimos nuestras fiestas, nadie va a tener las suyas. Y si uno se atreve a cuestionar la alcaldada, recibe (como recibí en su momento) ataques rabiosos e irracionales . Y por eso quise abordar el tema de nuevo: el estado de derecho, o lo defendemos, o lo destruyen las hordas.
Más en broma, que en serio, una amiga acarició la idea de ir disfrazada a La Antigua en la noche del 31 y si es detenida argumentar que esa es su indumentaria normal; y un cuate sugirió ir a La Antigua con mascarillas y socialmente distanciados, pero disfrazados, y que cuando no dejen entrar solicitar exhibiciones personales por teléfono, de modo que lleguen varios jueces a constituirse ahí. ¡Nunca falta el humor chapín!
En la tele, un personaje aseguró que para el satanismo, el “halloween” es su navidad; a ver si detrás de la alcaldada no sólo hay una preocupación sanitaria, sino también una venganza cachureca. ¡Vaya uno a saber!
Columna publicada en elPeriódico.