Fiestas de fin de año y arbolito

En casa, el aroma del pinabete y las manzanillas, así como las luces, la música de temporada y las figuras decorativas alegran el solsticio de invierno y las fiestas del fin de año.  Todo ello para conectar mis cinco sentidos a los recuerdos de mi infancia y de mi adolescencia.

Ya lo he contado otras veces; pero de mi infancia recuerdo varios árboles notables. En casa de mi abuelita Juanita es imposible olvidar unos chiribiscos encantadoramente adornados con cabello de ángel (del de verdad, que era de fibras de vidrio)  y con luces en tonos pastel. También recuerdo los pequeños árboles que ella, y mi tía abuela La Mamita, solían montar -con primor extraordinario- para mi hermano y para mí, junto a nuestro propio nacimiento en miniatura.  Por cierto que, en Instagram, vi que un cuate australiano, pone chiribisco en su casa y eso tiene sentido porque, ¿qué pinabetes, cipreses y pinos va a haber down under?  Allá las fiestas de fin de año son en pleno verano.

En la casa de mi abuela, Frances, recuerdo que los árboles -generalmente eran pinabetes, o cipreses- A veces adornados con nieve elaborada en la casa con un jabón que venía en escamas; y siempre llenos de figuras variadísimas, algunas muy antiguas, y luces multicolores. Allá los árboles eran tan altos que mi padre y mi tío Freddy tenían que usar escalera para llegar hasta arriba y distribuir bien las luces y las figuras.

En la casa de mis padres tuvimos toda clase de árboles. Aunque los favoritos eran los pinabetes, tuvimos cipreses, pinos y chiribiscos. En algún momento de principios de los años 70 se pusieron de moda los árboles que ya venían nevados y tuvimos uno de esos. Y en los malos tiempos tuvimos un árbol prestado, y un árbol simbólico, hecho con chorizo de pino, en la pared. Con el árbol listo, ya estamos preparados para los tamales, las galletas, el turrón, el stollen, el mazapán, el pandoro, el ponche, el panettone, el pastel de frutas, el mincemeat pie, los regalos y los cohetes.

A mí, el arbolito también me recuerda que hay mucho que tengo por agradecer: la salud; el trabajo; y las personas buenas, cariñosas y leales que me acompañan en el camino.

Con la música de la temporada tengo que hacer concesiones. Aunque la música en sí me encanta y prefiero la que me trae recuerdos y me transporta en el tiempo; tengo que hacer caso omiso de los contenidos místicos, y eso me causa risa a veces, porque heme por ahí cantándolas tal cuales.

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Este año, como otros años, tenemos un árbol galán -cultivado cuidadosamente- que nos llena de alegría la casa. Ese arbolito cultivado en El encanto, Tecpán, me trae invaluables recuerdos de decenas de alegres festejos, y promete muchos más; y si quieres tu pinabete, los hay hermosos en la 30 calle 11-42, zona 12, colonia Santa Rosa II; teléfono 2476-0496.

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