Me salvé de ver un linchamiento

Estábamos en la Octava calle, entre el Portal del comercio y la Plaza de la Constitución cuando notamos un alboroto: pasó una moto y luego otra, y detrás gentes corriendo y gritando: ¡Ladrones, ladrones! ¡Párenlos! y cosas así.

Esto fue hace ocho días, y en la esquina de la Octava calle y Sexta avenida, el tripulante de una de las motos abandonó su vehículo y salió corriendo con la gente detrás.  Mi primer instinto fue correr a ver en qué paraba el asunto; pero iba con mi madre así que no corrimos, pero nos dirigimos a aquella esquina.

Para cuando llegamos la moto ya no estaba en donde la había dejado su tripulante y por ir comentando el asunto no vimos quién se la llevó, ni a donde.  Al llegar frente a la Empresa Eléctrica encontramos a un sujeto con las piernas abiertas y los brazos alzados apoyado contra el edificio de aquella empresa.  A su alrededor varios policías municipales, y varios policías nacionales, así como una pequeña multitud.  Todos serenos.  Nos informamos y nos enteramos de que estaban esperando a que la víctima de una salto, supuestamente perpetrado por el detenido y por un cómplice, se acercara a señalarlo como posible autor del delito.  Pero nos quedamos vestidos y alborotados porque la víctima nunca se apareció.  En consecuencia el sospechoso fue dejado en libertad, la gente se dispersó, y el señalado caminó por el Parque Centenario hacia la Quinta avenida, frente a la Biblioteca Nacional.

Creo que nos salvamos de ver un linchamiento, o por lo menos una vapuleada. Y yo, que visito la zona uno con frecuencia, acompañado por extranjeros que visitan Guatemala, me siento triste cuando ocurren cosas así.

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