¡Al fin una lotería como debe de ser!

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Al fin se nos hizo y ayer en la tarde estuvimos en la Feria de Jocotenango, que es la feria de la ciudad de Guatemala.

Aluciné con los churros de la churrería Velvet, que está en la hilera de ventas que queda en medio de la avenida principal de la feria.  Estaban frescos, sabrosos y de buena textura.  Quedé encantado con la lotería que ilustra esta entrada porque, a diferencia de lo que ocurre en otras loterías, en las que quien las canta dice sólo cosas como el sol, la muerte, el negrito, el árbol, el árpa, el alacrán, el mundo o así; el encargado de esta lotería la cantaba como cuándo yo era niño, es decir que decía: El sol cachetes de gringo, La muerte quirina que andando se orina, y así sucesivamente.  ¡Así se canta una lotería!  Me gané tres premios en el tiro al blanco, así que -como debe ser- regresé a casa con premios de la feria. Además de que me reí muchísimo con el bailado de la muñeca sobre la cual había que disparar.

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Mi atracción favorita, sin embargo sucedió cuándo ya había oscurecido e íbamos saliendo de la feria.  Un muchacho, de nombre Antonio Luna, llevó un telescopio y la gente hacía cola para ver la Luna.  Selene estaba hermosa aunque la cubría algo de bruma.  La mayoría de las personas, si no todas (grandes y chicas), nunca había visto la Luna en un telescopio y -a pesar de que el plenilunio no es el mejor momento para verla- era un espectáculo memorable.  La gente estaba maravillada y se les veía en la cara; y era obvio que a Antonio le apasionaba mostrar a nuestro satélite natural.  El le insistía a la gente que viera los cráteres y los bordes de la Luna, los animaba a notar los detalles.  La gente, entre nerviosa y embobada a duras penas alcanzaba a comprender lo maravilloso que es ver la Luna en un telescopio.  Antonio, además, no les cobraba a los curiosos.  La gente le daba lo que bien podía, si quería y si podía.

Me pareció un magnífico ejemplo de cómo es que, cuando a uno le apasiona algo suele desear compartirlo con otros, aunque la única recompensa sea la sonrisa de un niño, o la cara de asombro de una persona mayor.

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¿Cómo me fue en la feria? ¡Me fue re bien! La gocé con amigos muy queridos, y la gocé con garnachas, tacos, elote asado, anillitos, dulce de coco, churros y una chela.

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