Un desayuno tradicional

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¿Cuál es mi desayuno favorito para celebrar el solsticio de invierno? ¡Un tamal negro, un tamal colorado, café con leche y algún pastel, galletas, turrón, o postre de la temporada! Así da mucho gusto celebrar la esa fiesta, el Día de Newton y la saturnalia.

¡Me emociono y gozo mucho cuando abro las hojas de mashán y me encuentro con los colores brillantes de estas delicias de la cocina guatemalteca!  Al mismo tiempo, los aromas intensos de ambos tamales invaden mi cuerpo y mi mente y me llevan por un torbellino de recuerdos y alegrías.  El momento culminante  es cuando la masa untuosa y el recado poderoso llegan a mi paladar.

Tengo la dicha de recordar los tamales de mi bisabuela, Mami; y los de mi tia Baby.  Y los de mi tía abuela, La mamita,  nos hacía tamales pequeños para los niños.  Cuando éramos chicos no dejaban que comiéramos la carne de cerdo que venía en los tamales comprados; y una noche, cuando me sirvieron mi tamal retiré la carne. Mi madre, al verme, me dijo que podía comer esa carne porque esos tamales eran hechos por mi bisabuela.  Y los tamalitos de La Mamita, los recuerdo pequeños, como de 2 x 2 pulgadas, bien doblados y bien amarrados.

Los tamales de Navidad, en Guatemala, son colorados y negros.  Cada región y cada familia tienen su propia receta de tamales; pero básicamente son de masa maíz y/o de arroz y el recado se prepara con tomates, chiles y cebollas (aveces con semillas tostadas, como pepitoria y ajonjolí) y, en el caso de los negros, con chocolate y anís. Estos últimos son los más delicados de hacer para que sean bien balanceados. También pueden ser de cerdo, pavo, pato, gallina y pollo…y anoche me enteré de que hay de res.   Eso sí a mí me gustan más los de cerdo, y los de pato.  En ciertas regiones -especialmente en la Costa Sur- no se usa el recado del altiplano, sino una especie de mole.

Este año tuve la dicha de ayudar a hacer tamales en casa de mis amigos Carol y Manolo. Esa aventura le dio una nueva dimensión al acto -de por sí maravilloso- de comer tamales. Esto es porque los tamales y su elaboración son muy complejos y porque no sólo se limitan al aspecto físico de hacerlos, sino al hecho de que se hacen entre amigos y familia a lo largo de toda una jornada intensa en todos los sentidos.

Los tamales tienen raíces precolombinas, y fueron elevados a la décima potencia cuando se le añadieron ingrediente de Occidente. Del Nuevo Mundo son el maíz, los tomates, los chiles, y las hojas de mashán (o de sal) en las que son envueltos.  Los tamales negros, además, llevan chocolate. Del Viejo Mundo son las almendras y supongo que también las ciruelas, las aceitunas y las alcaparras.

La gracia de los tamales no está sólo en la masa y en el recado, sino en la forma de envolverlos y amarrarlos.   Son una experiencia para todos los sentido.  Un tamal que no ha sido envuelto y amarrado elegante y apropiadamente pierde algo de su encanto.

Hacer tamales es algo muy elaborado.    Hay que lavar y asar las hojas.  La masa tiene su propia ciencia y es cocida tres veces de tres formas distintas.  El recado lleva varios ingredientes que hay que asar y sazonar con mucho talento.

Desde mediados de los años 80, en casa comemos los de doña Estelita de Alburéz que son basados en  la receta de su madre en San Martín Jilotepeque (en el altiplano), de modo que sus tamales son distintos a los de la Costa Sur y a los de Oriente, por ejemplo. El teléfono de doña Estelita  es 2474-0260.

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