¿Ya sabes, verdad? Un camello es un caballo diseñado por un comité; y un camello legislativo es una legislación diseñada por intereses. Este es el caso de la propuesta de reformas electorales, patrocinadas por el Tribunal Supremo Electoral; que muchos han pedido, pero pocos han leído.
Hay pocas que el espacio me permite comentar:
Una es la reforma sexista y racista que manda que en las planillas para cargos de elección popular sean incluidas de forma igualitaria mujeres indígenas y ladinas o mestizas, y hombres indígenas y ladinos o indígenas. Esta disposición es estúpida ya que juzga a las personas con base en datos irrelevantes; y por lo tanto hace que los juicios derivados de esa perspectiva sean inútiles. Como las ideas elegidas por las personas gobiernan el mundo y las ideas guían las acciones de modo que estas definen el carácter; este y aquellas deberían ser los parámetros para elegir candidatos, en vez de enfocarse en lo físico, que es no elegido por los que pretenden los votos de los mandantes. Y… ¿cuáles serán los parámetros objetivos para definir quién es indígena y quién es ladino?
Otra es la microadministración,de parte del TSE, no sólo de los porcentajes de financiamiento estatal que los partidos deben destinar a propósitos específicos; sino de la pauta publicitaria. Aquellos y estos deberían ser definidos de acuerdo con los criterios técnicos y convenientes para cada parte involucrada; y no por igualitarismo desde el TSE. También es un desatino la interferencia legislativa en la fijación de tarifas.
Una más es que, a pesar de lo que he opinado antes, la prohibición de la reeleción no es buena idea. Si sólo pensamos en los diputados corruptos y criminales pareciera que tiene sentido. Empero, si la norma prospera, tampoco los diputados honrados y trabajadores (que los hay) podrán ser reelectos. La norma les quitaría a los mandatarios la responsabilidad de ejercer el voto lo más racionalmente posible, por lo que este tipo de disposiciones perjudica la calidad del ejercicio ciudadano.
No es sólo de pedir reformas, pues. Hay que entender sus consecuencias intencionadas y no intencionadas.
Columna publicada en elPeriódico.