Irresponsabilidad en orillas de los lagos

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Cuando era niño y pasaba mis vacaciones en Panajachel, un tío abuelo contaba cómo es que antes había mucha playa y la orilla del lago estaba varios metros debajo de donde se ubicaba a principios de los años setenta. En San Lucas Tolimán, yo oía historias de patios de café sumergidos. En el sur del lago, la ciudad maya conocida como Samabaj está bajo el agua. Luego del terremoto del 76 el agua del lago dio un bajón y durante años y años, en la montaña donde está la cueva de los brujos, se veía la diferencia de nivel de agua. ¡No hay excusa para que la gente ignore que el agua sube y baja!

No conozco detalles de lo que ocurre en Petén Itzá; pero allá por 1988/89 –cuando yo trabajaba en Tele Prensa– recuerdo imágenes de inundaciones y daños en viviendas y negocios a causa de que el lago estaba subiendo de nivel. ¡No hay excusa para que la gente ignore que el agua sube y baja!

A pesar de eso muchas personas construyeron en las orillas de aquellos lagos cuando el nivel estaba bajo. Algunas veces fueron construcciones modestas; pero en otras ocasiones se hicieron inversiones de alguna magnitud. Y luego la gente se queja de pérdidas.

En el caso de Panajachel, las autoridades de turismo de finales de los años ochenta incluso construyeron una audaz y compleja playa artificial con terrazas de piedra, concreto y hierro. Un espacio que a medida que las aguas del lago lo inunden y destruyan se convertirá en una trampa peligrosa de concreto afilado, y hierros retorcidos y oxidados. ¿Quién asumirá la responsabilidad de remover aquellos peligros? Las autoridades que los construyeron… ¿los retirarán?

¿Qué ocurrirá con los ranchones, muelles y otras edificaciones cuando ya solo sean clavos puntiagudos y madera despedazada? Si eres aficionado al estatismo quizás te sientas tentado a suponer (contra la evidencia empírica), que los políticos y sus funcionarios (con dinero de los tributarios) se harán cargo de eliminar aquellos peligros. Pero… ¿no sería más justo que quienes construyeron irresponsablemente –¿con permiso, o con complicidad de los políticos y sus funcionarios?– sean los llamados a resolver los problemas que crearon?

Colmuna publicada en El Periódico.

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