En todos los años que la he tenido, ¿unos 15 mínimo? nunca había visto cómo se abre mi flor de Perdidos en el espacio. Y en esas anda hoy.
Los visitantes asiduos de Carpe Diem saben que la llamo flor de Perdidos en el espacio en alusión a la flora que salía en aquella serie de televisión sesentera. Ciertamente que mi Stepelia gigantea se ve como algo de otro mundo; y ya tiene tanto tiempo de ser parte de la familia que merece un nombre propio.
Tomasa es hija de Ofelia una suculenta que me regaló mi abuela, Frances, y tiene la particularidad de que no huele, sino hiede. Despide un hedor como a carne podrida; y aparte de eso llaman la atención su notoria hirsutez, su color y a su tamaño. Nunca ha sido polinizada pero atrae moscas que han de acudir encantadas por su olor característico.