El desperdicio cuesta vidas

En la Constitución de 1965 decía el juramento presidencial: Juro… cumplir y hacer que se cumpla la Constitución y las leyes… Si así no lo hiciere, que el pueblo lo demande. ¿Qué jurarán ahora los presidentes? ¿Qué jurarán los pipoldermos?

Digo, porque la Constitución actual es clara en eso de que el Presupuesto del Estado incluirá la estimación de todos los ingresos a obtener y el detalle de los gastos e inversiones por realizar. La unidad del presupuesto es obligatoria y su estructura programática. Por un lado, para proteger el dinero arrebatado a los tributarios y a los electores (que son el pueblo aludido arriba); y, por otro lado, porque un presupuesto es útil sí, y solo sí está apegado a la realidad. ¿Qué sentido tendría un presupuesto sin estas características?

Esto viene al caso en el contexto de la aprobación del endeudamiento para pagar la deuda flotante o de arrastre, que no solo es inconstitucional e ilegal; sino que, muy posiblemente, incluye pagos a familiares, amigos, compadres, socios y otras formas de clientela como consecuencias de quién sabe qué negocios hediondos.

¿Todavía no estás indignado? Entérate de que en abril pasado el presidente del banco central advirtió que, en diez años, el endeudamiento en el que los políticos y sus funcionarios están embarcando a los tributarios y a los electores será crítico e inmanejable, por lo que aconsejó mantenerlo bajo control. La deuda pública actual representa el 25 por ciento del PIB y equivale a 2.1 veces los ingresos ordinarios anuales que se recetan los pipoldermos.

¿Necesitas más para indignarte? La puñalada tributaria por antitécnica, enredada, asfixiante y abusadora no está dando buenos resultados. La SAT no llegó a su meta de recaudación (otra vez); y los pipoldermos siguen gastando como si nada. ¿No fue suficiente? ¿Qué tal esta? Mientras que los políticos y funcionarios mantienen más de 3 mil toneladas de alimentos embodegados por las burocracias de Indeca y la Sesan… cinco niños han muerto de desnutrición. ¡Ahora sí!, ¿verdad? El desperdicio, la irresponsabilidad y la mala administración de los pipoldermos ¡cuestan vidas!

Columna publicada en El periódico.

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