El sábado, durante la cena con un grupo de amigas y amigos, nos divertimos mucho con el antiguo arte de reventar pétalos de rosa en las manos, de modo que tus manos hacen una caja de resonancia y los pétalos truenan.
Nos la gozamos -con algo tan sencillo- porque es divertido, y porque había una brecha generacional entre los que sabíamos hacer esto (que éramos minoría) y los veinteañeros que nunca habían visto, ni hecho nada semejante.
Estamos pasando cultura, dijo mi cuate Arne cuando vio como todos gozaban con la tronadera de pétalos de rosas; que no califica como una gracia social, pero tiene gracia.