“La virtud del egoísmo”, un obsequio apreciado

Un ejemplar de La virtud del egoísmo, editado en 1985 por la Biblioteca del Objetivismo en Buenos Aires, me fue obsequiado ayer por el cuate Ricardo Rojas.  En este enlace, por cierto, el lector inquieto podrá encontrar la primera sesión del seminario sobre Una visión comparativa, de la teoría moral de Ayn Rand, Ludwig von Mises y Adam Smith, que condujo Rojas el año pasado.

En esta obra, Rand explica que la ética objetivista sostiene que el actor siempre debe ser el beneficiario de sus acciones y que el hombre tiene que actuar en favor de su propio interés racional.  Pero su derecho a actuar así deriva de su naturaleza de ser humano y de la función de los valores morales en la vida humana; en consecuencia, es aplicable únicamente en el contexto de un código de principios morales racional, demostrado y validado de manera objetiva, que defina y determine sus auténticos intereses personales.  No es un permiso para “hacer lo que se le antoje”, y no es aplicable a la imagen del altruismo de un bruto “egoísta”, ni a cualquier hombre motivado por emociones, sentimientos, urgencias, deseos o caprichos irracionales.

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