Pompeya es un tesoro de la humanidad. Es aquella ciudad romana que fue enterrada por la violenta erupción del volcán Vesubio en agosto de 79 D.C. Aún los que nunca la hemos visitado sabemos de ella porque hemos visto imágenes de sus bien conservadas calles y edificaciones, así como los cuerpos impresionante conservados de las personas que murieron a causa de la erupción. Otros, recordamos el dramático relato de Plinio el jóven, que fue testigo de la destrucción.
Pues bien…Pompeya no está bien conservada y está colapsando; y nosotros podríamos ser testigos de su segunda destrucción. O no.
La legendaria Casa de los gladiadores, en aquella ciudad romana, colapsó a causa del descuido de parte de las autoridades encargadas de la conservación de la urbe. Los medios de comunicación lo llaman el colapso de la vergüenza y la opinión pública está explorando la opción de quitarle el control de Pompeya a los políticos y privatizar la ciudad.
Aquí en Guatemala tenemos varias pompeyas. Recién leímos que las ruinas de la cuna de la cultura maya están en peligro de destrucción por saqueo; y El Mirador, la que fuera la ciudad más grande de los mayas -en el reino Kan-, allá por 600 a.C. está por llegar a un punto de destrucción irreversible. El saqueo y la destrucción de centenares de ciudades mayas es una realidad de la que los guatemaltecos no queremos hablar. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Cuando ya no quede nada, o quede muy poco de El Mirador, de El Perú-Waká, de Naranjo, de Cancuén, de Piedras Negras, de Seibal, ni de Tikal?
Antes de que un nuevo colapso de la vergüenza ocurra por aquí, ¿qué tal si tomamos en serio el rescate de la Historia y de nuestra herencia histórica? A lo mejor podríamos aprender algo de la discusión sobre la antigua Pompeya.
Si a usted le interesa el tema de la conservación del patrimonio histórico, seguramente le interesará leer Who owns the past.
La foto es de la pirámide de La Danta, en El Mirador, desde la pirámide de El Tigre.