Yo no se si a usted también, pero a mí me me dio mucha tristeza la foto que hay hoy en la página 14 de Prensa Libre, en la que un bombero carga el cuerpecito muerto de un niño de 19 meses de edad. Oliver Cutiño fue alcanzado por una bala, en el cráneo. Esto ocurrió durante un ataque armado cometido desde un vehículo contra una residencia en la zona 5 de la ciudad de Guatemala. Ocurrió en la colonia Arrivillaga, en donde se distribuyen drogas.
De acuerdo con la Policía esta situación -la distribución de drogas prohibidas- ha generado que ocurran múltiples balaceras y muertes violentas en esa área.
¿Cuándo fue la última vez que usted supo que hubiera una balacera entre vendedores y distribuidores de pollo, tomates, ron, o cigarrillos? ¿Cuándo fue la última vez que usted supo que hubiera una balacera entre vendedores y distribuidores de marihuana, cocaina, o crack? ¿Notó la diferencia?
Oliver Cutiño, de 19 meses de edad, fue una víctima no intencionada de la guerra perdida contra las drogas. ¿Valdrá la pena?
Además me gustaría condenar el mal gusto y tendencia al amarillismo de Prensa Libre por publicar esa foto, si ese niño fuera mi hijo o mi hermano, ver esa foto en la Prensa Libre (y además en la portada de Nuestro Diario) realmente terminaría de destrozarme.
Esto demuestra una vez más que no hay ningún respeto por las víctimas de parte de los medios de comunicación, la noticia en sí ya es suficiente para causar una impresión en cualquiera.
Saludos
Hola Luis. No estoy de acuerdo con su apreciación, aunque respetaría su derecho a sentirse destrozado. Somos una sociedad muy indiferente; y seríamos peores, peores, si viviéramos “en la ignorancia” de lo que está pasando. Lo que le ocurrió a este niño debe ser conocido en toda su crueldad y en toda su crudeza. Para ver si aaaaaaaaaaaalguien al fin se indigna y le hierve la sangre. Si la guerra perdida contra las drogas continúa, veremos muchas escenas de esas…¡hasta que ya no aguantemos! El ignorar la realidad no nos lleva a nada bueno. Saludos y gracias por su comentario.
El problema Luis es que el pollo, los cigarrillos, ron o tomates no son drogas altamente adictivas, por lo que el peligro al legalizarlas es que el costo social sería tan alto que los “beneficios” al final no serían tales. La atención sanitaria se elevaría por la cantidad de adictos, además de que no existen pruebas (aún) de que los mecanismos de mercado eliminarían la violencia subyacente al narcotráfico, ya que de por sí el producto es sui generis, al igual que aquellos que comercian con el mismo. Desde el punto de vista personal, pregúntese usted ¿qué pasará cuando su hijo de 19 o su hermano de 40 se enganchen a alguna droga dura? ¿Será su familia capaz de absorber semejante situación? El mercado y sus mecanismos no siempre tienen todas las respuestas.