Tanto en el hotel en el que estoy, como en el mall que queda enfrente, los arriates están hechos con romero. Cuando uno sale, especialmente en la noche cuando refresca un poco, el aroma de aquella hierba envuelve todo el ambiente. Yo, por supuesto, quisiera tirarme sobre uno de esos arriates y revolcarme.
El romero me trae a la mente tres cosas inmediatamente: El balcón de mi casa, porque ahí tengo un romero hermoso; la canción del toro enamorado de la luna; y el pollo con romero que mi padre solía rostizar en el jardín.
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This entry was posted on miércoles, julio 7th, 2010 at 1:51 pm and is filed under especias, nostalgia.
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