El público y las élites

Mucho me llamó la atención un reportaje titulado ¿Cómo es el público guatemalteco? El mismo arroja cifras muy interesantes; pero también llega a una conclusión que me gustaria comentar. El artículo dice que el mito de que las artes son elitistas queda descartado con el estudio que cita, pues la mayoría del público que asiste a los teatros y centros culturales pertenece a la clase media.

Desde mi punto de vista dicha conclusión adolece de dos fallas notables:
1. Estima que el término élite se refiere exclusivamente a nivel socioeconómico.
2. Descubre el agua azucarada porque siendo que en la sociedad guatemalteca hay más de eso que llama clase media, que lo que llamaría clase alta, es natural que se forme una campana de Gauss y que a los espectáculos artísticos asistan más individuos del grupo que es más numeroso, que individuos del grupo que es menos numeroso.
Al referirse a las élites, Alberto Méndez Martínez, en Fundamentos Generales de la Ciencia Política, explica que algunos grupos de individuos, por las cualidades de sus elementos superiores a los demás, presentan cualidades más aptas para hacer actuar eficazmente en el clima histórico y social en el que viven, a los individuos que componen al grupo; se crea por consecuencia una jerarquía necesaria de los grupos sociales. A propósito de estas diferencias jerárquicas entre los grupos, se notará que éstos difieren entre sí no sólo por su nivel socioeconómico, por su grado de cultura y por su actividad profesional (los tres índices de la clase o rango), sino, también, en general por sus caracteres psíquicos.
Hay élites socioeconómicas, las hay culturales y las hay profesionales. Y parece evidente que, por ejemplo, una élite cultural (como la que apreciaría el tipo de espectáculos musicales, teatrales o de danza de los que se ocupa el reportaje, podría no corresponder a la élite socioeconómica, o a la élite profesional. A lo mejor vale la pena hacer un estudio, pero yo aventuraría que así como hay ricos que no dan un quinto por Vivaldi, por Shakespeare, o por Donizetti; también hay pobres que valoran como nadie Las cuatro estaciones, Romeo y Julieta, o Lucia di Lammermoor.
Me he tomado tiempo en esto porque estoy convencido de que el enfoque clasista -tan manido en los ambientes político, académico y periodístico chapines- hace mucho daño dadas su imprecisión y su superficialidad.
La apreciación de las bellas artes demanda conocimientos y sensibilidades que necesariamente son elitistas, porque no son de todos. No todos tenemos los conocimientos y las sensibilidades que son útiles para conmoverse frente a un cuadro de Tiziano, o frente a una interpretación por Van Cliburn, y los que las tienen -esos selectos-, pues esos son parte de una élite que no necesariamente tiene que ver con si tienen plata, o no.
La élite cultural, pues, es élite; y los espectátulos selectos que disfruta aquella élite, neceariamente son elitistas.

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