¡Mata la vaca de mi vecino!

Un viejo chiste ruso cuenta la historia de un campesino que tenía una vaca y odiaba a su vecino porque él tenía dos. Un hechicero le ofreció al primer campesino que le concedería un único deseo. Y ¿qué pidió el campesino? “mata la vaca de mi vecino” le ordenó al brujo.

De eso me acordé ahora que he leído que el número de trámites de adopciones aprobados se ha reducido en los últimos meses. Hubo 4,918 el año pasado, y 2,845 en este año. Me acordé, también, que Rosa Máría de Frade, ex vocera de la presidencia y actual diputada electa: no está demostrado que los supuestos robos de niños estén vincluados a procesos de adopción.

Un círulo vicioso de desinformación entre sectores interesados, periodistas, diplomáticos y grupos políticos está acabando con la noble institución de la adopción. Gracias a ese juego macabro, a miles de niños (literalmente) les ha sido negada una vida mejor más allá de los muros del orfanato, o de las redes de la burocracia lenta y corrupta.

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