El periodista Juan Luis Font nos cuenta algo alarmente que no hay que perder de vista. Es importante por dos razones: 1. La libertad de pierde de a poquitos y rara vez se pierde de golpe. El tirano sabio no elimina la libertad, lo que hace es ir tomandola por partes para que el ciudadano abúlico no sienta que la pierde. 2. Con todo y sus defectos, la Prensa, es el más efectivo contralor de las activiades de los pipolermos.
Lo siguiente es lo que relata Font:
Un abogado de apellidos Estrada Flores presentó en días pasados un memorial ante la Inspección General de Trabajo. Se acreditó como mandatario de la Municipalidad de Guatemala, por medio de un poder concedido por el mismísimo alcalde. En el documento solicitaba información sobre el estatus laboral de Enrique Naveda, un periodista, que a decir del abogado, puede ser de nacionalidad española y es autor de unas notas consideradas agraviantes por Álvaro Arzú.
Resulta que Naveda ha publicado esas notas en elPeriódico y el alcalde busca la manera de hacerlo callar. ¿Qué pudo causarle ofensa? Quizá que Naveda haya escrito unas brevísimas crónicas de las sesiones del Concejo Municipal. En ellas ha quedado claro que ahí no hay deliberación y que el alcalde ni los concejales le prestan mayor atención a los temas sometidos a voto. Puesto que el señor Arzú tiene aplastante mayoría en el Concejo, la sesión no toma más tiempo que el que le lleva al secretario leer el acta.
También pudo haberlo molestado que Naveda reportara que los días miércoles, los concejales cobran doble dieta por extender un poco más su trabajo. En suma, cada miembro del Concejo dedica 20 minutos a la sesión y cobra Q2 mil 400. ¿Serán estas minucias las que le han indignado? ¿O es el interés demostrado por este diario en investigar cuán a profundidad audita la Contraloría General de Cuentas el manejo de fondos públicos que hace el alcalde? Arzú se ha molestado hasta el punto de procurar la persecución legal de quien describe sus prácticas.
En todas las ciudades del mundo, la prensa procura cubrir las deliberaciones del Concejo Municipal, concebido como cuerpo colegiado en el cual se tratan medidas relevantes para la vida de los vecinos. Al ventilarse esos asuntos, los ciudadanos se forman opinión sobre los temas que les atañen y pueden participar en la vida pública de manera más articulada. Al menos, eso se pretende en una democracia. Esto debería poder entenderlo hasta el más limitado, y en lugar de sentirse bajo amenaza, verlo como una oportunidad para comunicar coherentemente las líneas de su trabajo.
La municipalidad de Arzú, en cambio, ha intentado poner obstáculos a la cobertura. Ha exigido que el reportero asignado se presente con antelación y exhiba una cédula de identidad antes de entrar a la sala. Ya todos sabemos que el talante político del alcalde es el de un déspota no ilustrado, pero la idea de perseguir a un periodista por el simple hecho de disgustarle lo que este publica lo pone a la altura de otros antecesores suyos en la Presidencia. El señor Ubico, por ejemplo. O el señor Estrada Cabrera. O el general Lucas García, a quien sirvió en sus mocedades.
En elPeriódico estamos acostumbrados a sus pataletas. Cada vez que se publica una letra que le disgusta, envía carta de queja a la Embajada de Estados Unidos, con copia a este diario, talvez con la vana esperanza de que una palabra de ellos baste para silenciarnos. Ahora ensaya otras artimañas.