Ayer, cuando ví la foto
de la maleta en la que había aparecido el cuerpo de Byron Rustrián, de 12 años, se me arrugó el alma. Byron fue secuestrado y asesinado; y tanto él como su familia vivieron un infierno que no se le desea a nadie. Su familia lo vive aún…y quién sabe por cuántos años más tendrá que cargar la tristeza de haber perdido al pequeño Byron.
Como esa familia hay muchas…¡hay demasiadas! Y yo no sabía qué escribir porque entre la indignación y la rabia no siempre se encuentran las mejores palabras. Hoy, que veo su feretro blanco, rodeado por sus compañeros de clases y por sus familiares, más indignación y más rabia claman por justicia y sigo sin encontrar palabras.
Y en todo caso, ¿a quién y a qué se le puede clamar por justicia? La hijeputada que le hicieron a este niño debería sacudirnos; pero ¿está usted sacudido, o sólo está esperando no ser el siguiente?