La curiosa hipótésis de la lucha de capitales

Por ahí anda la hipótesis de que en Guatemala se está viviendo una lucha de capitales: los tradicionales, contra los emergentes.  Algo así dijo José Alejandro Arévalo y algo así sostiene Virgilio Alvarez; en esa línea, también se expresó Oscar Clemente Marroquín.

Eso sí, en ciertos contextos, por capítal emergente se entiende el de los nuevos empresaurios que quieren aprovecharse del caracter clientelista del estado guatemalteco; pero en otros contextos, por capital emergente se entiende el del narco.  Y por capital tradicional se entiende el de los empresaurios establecidos que se aprovechaban, o se aprovechan del carácter clientelista del estado guatemalteco.  Aveces estos tres se confundenden a veces, y a veces no.  Marginados quedan, y embarrados,  los empresarios y emprendedores que no están acostumbrados a vivir de la teta del presupuesto ni a medrar al amparo del privilegio, ni del poder.  Esos son los que cargan con toda la clientela citada arriba.

Al margen quedan, pero de forma muy conveniente, los políticos socialistas que -desde el poder- perpetúan ese estado de cosas en las que ellos son los administradores del presupuesto y los árbitros del privilegio.  Al margen queda, y de forma muy conveniente, los políticos socialistas que critican y maldicen al capital; pero que son incapaces de producir un centavo de riqueza y que sólo saben expoliarla,  repartirla y asfixiarla.

En el escenario de la lucha de capitales, también pasan inadvertidos los políticos socialistas que, luego del descalabro del proyecto guerrillero, se colaron en todo el espectro político y que como facciones, se enfrentan entre sí.  Aveces por rencores y envidias enraizadas en sus años vestidos de verde, o entacuchados en cócteles; y aveces por sostener y ganar posiciones de poder y de influencia.  Aveces por sutilezas filosóficas, y aveces por necedades ideológicas.

El escenario del enfrentamiento entre capitales, y aquí es importante la palabra capitales, les permite a los políticos socialistas hacer lo suyo mientras que la opinión pública está distraída con aquella fabricación.  El control político del ejército, de la educación, de la opinión pública, de las dirigencias empresarial y sindical, y de otros grupos sociales, por parte de una u otra facción política socialista (ex vinculada a la guerrilla) es posible porque ha estado ocurriendo en silencio y a la sombra;  poquito a poco; sin pisarles fuerte los callos a muchos, ni al mismo tiempo.  Y esparciendo medias verdades para que sus inventos agarren aviada.

Estos políticos socialistas no son ajenos a la ambición de convertirse en beneficiarios del asalto al presupusto del estado.  De hecho, como se necesitan dos para bailar un tango, los empresaurios no pueden tener éxito sin la ayuda de los políticos expoliadores y repartidores; y estos, no pueden tener éxito sin sus contrapartes.   Así como se necesita uno que venda medicinas vencidas, también se necesita otro que las compre.  Y así como hay uno que quiere comprar servicios innecesarios, también hay otro que está dispuesto a venderlos.  ¡Que nos se hagan!

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