Ayer inauguramos la temporada de toritos y mariposas, así como la temporada Concepción-Reyes en el calendario de festividades chapinas de fin de año. Vimos toritos y mariposas con fuegos artificiales a inmediaciones del Cerro del Carmen y en el parque de Isabel la Católica, donde todavía está vandalizado el monumento a la ilustre reina. A mí me persiguieron dos toritos y uno de ellos nos acorraló a una señora y a mí en el umbral de una puerta. Fue muy chistoso porque el toro fregado se quedó detrás de nosotros y la dama y yo no podíamos parar de reír.
En 2021 escribí que las tradiciones no sólo nos dan un sentimiento y una sensación de comunidad, sino que cumplen una función sanadora frente a la desesperanza y a la inestabilidad. Aromas, alimentos y sonidos, texturas y colores, así como rituales, nos traen recuerdos y nos invitan a reflexionar. Fuegos artificiales, costumbres, disfraces y más son parte de aquel acervo rico y enriquecedor.
Cuando yo era niño, las historias de mi tía abuela, La Mamita, acerca de toritos durante las fiestas tradicionales disparaban mi imaginación. Yo tenía muchas ganas de ver toritos y no fue hasta bastantes años después que vi el primero en San Juan del Obispo. Desde entonces, pocas cosas me emocionan, me divierten tanto y me ponen tan contento como salir a buscar toritos y verlos desplegando sus luces y sus colores entre la gente y salir correteado por uno. ¿Alguna vez te ha corrido un torito? Es de lo más chistoso y vibrante.
Además, como dijo Gustav Mahler: La tradición no es el culto a las cenizas, sino la preservación del fuego. Y en esta noche de luces y risas, entre el estruendo de los cuetes y el latido acelerado del corazón, volvemos a encender ese fuego vivo que nos une como chapines. ¡Que nunca se apague!



