Mi parte favorita de la inauguración del Árbol Gallo fue cuando, pocos segundos después de que fue encendido, una niñita gritó: ¡Feliz Navidad! y cuando la volteé a ver, sus ojos y su sonrisa tenían más luces que el Árbol.
En esa fiesta, con la cual empiezan todas las demás fiestas populares de fin de año en Guatemala, los niños aplauden, brincan y se emocionan. Los adultos también, pero la mayoría se contiene por el qué dirán. Por eso es que me gusta disfrutar de ese festival en la calle, con la gente, y este año, incluso bajo la llovizna. ¡Vaya que llevaba mi sombrero fiel!
Como el año pasado, son admirables los efectos de las luces en el cono; y los fuegos artificiales me sacan incontables Wow! y ¡Aaaaaah!
La del Árbol Gallo es una fiesta familiar que atrae a niños de brazos y a ancianos. Es un maral el que nos reunimos en las avenidas de Las Américas y de la Reforma y en el Bulevar Liberación para admirar el Árbol y los fuegos artificiales. Las dos primeras avenidas se encienden con luces en los árboles y a lo largo de las calles. Nunca he visto los espectáculos artísticos, pero la música siempre es muy alegre. Como el año pasado, los fuegos artificiales estuvieron espectaculares y, además, fueron dobles porque los había atrás del Árbol, sobre la Avenida de las Américas, y del lado del Centro Comercial Los Próceres.
Como en otros años, hay ventas de todo en las calles. No faltan los churrascos, los churros y otras comidas callejeras. Toda el área es una feria de comerciantes que ofrecen cohetes, pachones, almohadas, disfraces para los niños, maquillaje y lo que se te ocurra. Es notable la presencia de la policía y la de los bomberos para la seguridad y en caso de alguna emergencia. Este año noté que un equipo de personas, vestidas de azul, estaban recogiendo constantemente el basural que la gente deja tirado; en parte porque no hay basureros y en parte porque…es innegable…la gente es muy sucia.
Dicho lo anterior, por supuesto que me gozo las luces del Árbol Gallo y los fuegos artificiales; pero lo mejor son las caritas de los niños, admirados, y las de los adultos mayores. Yo me embobo viendo aquellas maravillas y desde finales de octubre me ilusiona mucho ir a la calle a esta fiesta. Me encanta ver a familias completas, especialmente a las que llegan desde temprano y hacen picnic en la tarde. También las que van quedando en la noche y caminan para sus casas.
Este año una novedad fue una banda de jóvenes que primero vi en la Reforma y luego en el Bulevar Liberación. Con sus instrumentos y sus bailes le añadieron alegría a la fiesta. También me cayó en gracia un joven que, desde un bus, ofrecía transporte a las personas que fueran a la Colonia Atlántida y al Parque Colón.
El Festival del Árbol Gallo -de la Cervecería Centroamericana- se celebra desde hace 38 años y es parte importante del imaginario chapín de las fiestas del solsticio de invierno y de la Navidad. En unas semanas serán las Luces Campero y el Festival Navideño en la Plaza de la Constitución y Cayalá ya está vestida de fiesta y luces.
¿Qué más viene ahora? La quema del diablo; la fiesta de Guadalupe en mi barrio y en el centro con sus fascinantes toritos; y la Nochebuena con la alegría de los fuegos artificiales.
¡Que estas fiestas y el espíritu celebratorio chapín vivan por siempre!… y desde Carpe Diem les deseo a los lectores felices fiestas junto a sus familias y seres queridos, larga vida y prosperidad.