El 8 de noviembre de 1912, Francisco discutió fuertemente con su padre, se levantó de la mesa y se dirigió a su cuarto. Pocos minutos después, se oyó el disparo con el que el muchacho de 16 años se suicidó en su habitación. Francisco era hijo del presidente Manuel Estrada Cabrera, y aquella fue la primera historia de un suicidio que escuché (como algo de lo que no se habla) cuando era niño.
Te cuento esta historia porque el 10 de septiembre próximo es el Día de la Prevención del Suicidio, y el tema sigue siendo tan tabú ahora como hace 50 años, y como hace 114, cuando ocurrió aquel acto.
El suicidio es un tema tabú por motivos religiosos, supersticiosos y sociales, lo cual hace difícil su abordaje. Mis amigos que conocen del tema me cuentan que uno puede convivir e interactuar con personas que han contemplado quitarse la vida, y no darse cuenta. En publicaciones que he hecho con anterioridad, he comentado que leí que el suicidio es la tercera causa de muerte en Guatemala (y eso que hay subregistro). Aquí, entre enero y junio de 2022, más de 60 niños se suicidaron suspendidos. Hay municipios como Nebaj y San Carlos Sija donde la tasa de suicidios era muy elevada en 2018.
Quise averiguar cuáles son las cifras más recientes y me encontré con que el INE lleva la cuenta… pero ¡Oh, sopresa! no la encontré reciente, como sí se encuentran algunos delitos de moda, por decir algo. Hallé una nota que dice que el INE, por medio de su Unidad de Estadísticas Socioculturales y de Seguridad, oficializa información confiable con registros de la PNC, y que esas cifras son confiables y útiles para que los tomadores de decisiones hagan planes para prevenir y atender a jóvenes y adolescentes, y así reducir la tasa de suicidios. Así que seguí buscando.
La nota dice que la información está disponible en ine.gob.gt/violencia y en ine.gog.gt/vitales. Seguí buscando, y en el primer enlace encontré links a Hechos delictivos, Faltas judiciales, Violencia intrafamiliar, Violencia contra la mujer y delitos sexuales. ¿Por dónde buscaba? Hay que escarbar mucho, y llegué a Indicadores de servicios médicos forenses y a Número de necropsias por principales causas de muerte. ¡Niente!
Así que copié Número de necropsias por principales causas de muerte en el buscador, y ahí sí, me llevó a cifras que confirmaron la tendencia ascendente del número de suicidios, de acuerdo con la Estadística de Defunciones según la Causa de Muerte en 2022. En 2021, se quitaron la vida 4,227 personas, un 5.6% más que en el año de los encierros forzados. De ellas, casi tres de cada cuatro eran hombres. Estuvo re difícil escarbar y escarbar para conseguir esas cifras, que no son recientes; y como ya se acercaba mi deadline para entregar esta columna, ya no busqué algo más actualizado.
Sospecho que, por ser tabú, el del suicidio es un dato escondido que hay que tener paciencia y empeño para encontrar. Estoy seguro de que vivimos en una sociedad que le da la espalda a este tema, y eso es muy malo porque es un hecho que los suicidas no quieren morir, sino que lo que quieren es dejar de sufrir. Y no podemos ayudar apropiadamente si no entendemos el fenómeno. El suicidio se puede prevenir, pero sólo si el acto y las condiciones que lo hacen posible no son un secreto; y si no se estigmatiza a las víctimas.
¿Qué necesita un suicida potencial para ayudarse y alejarse de aquella posibilidad? En principio, validación, empatía y redes de apoyo (especialmente de la familia), que son elementos difíciles de conseguir en poblaciones modestas, con tejidos débiles y en las que abundan las creencias irracionales y la descalificación. Ahí, sin embargo, hay oportunidad para el emprendimiento social y para el liderazgo responsable. Si ha de haber soluciones, yo no me sentaría a esperarlas desde la política. Este es un llamado al liderazgo local y a emprendedores sociales para que actúen como tales.
Columna publicada en Republica.