¿Quién, de mi generación, no tuvo un módulo lunar y un módulo de mando de la misión Apolo 11? Esto es porque, hace 55 años esa fue la misión que llevó al hombre a la Luna. Una hazaña portentosa si la vemos con detenimiento. En 1969, en el colegio y en la casa no se hablaba de otra cosas.
¿Quién no quería ser astronauta en aquellos días? Neil Arstrong y a Buzz Aldrin (Mientras Michael Collins estaba en el módulo de mando), eran los héroes del momento.
Aquella noche memorable fue intensa. Mis hermanos y yo, estábamos medio dormidos pero determinados a ver el alunizaje y la primera huella humana en la Luna.
Las misiones Apolo eran una grande cosa para niños y grandes, y en aquellos años, recuerdo que, cuando había lanzamientos, mis padres nos permitían -a mi hermano y a mi- llegar tarde al colegio y en vez de enviarnos en el bus, mi padre nos pasaba dejando y la idea era ver los despegues en el Cabo Kennedy, por la tele.
Me gusta celebrar este día, no sólo a la tecnología, la ciencia y la filosofía que hacen posibles estas aventuras; sino a las grandes mentes humanas que las hacen realidad. Pienso que, a las hazañas Apolo, sólo se les parecen las de navegantes como Cristobal Colón, Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano debido a las circunstancias en las que emprendían viajes a lo ignoto.
En 1997 tuve la oportunidad de conocer a Jack Schmidt y a Gene Cernan, que fueron los últimos astronautas en la Luna; y de ver algunas de las naves Apolo y Geminis que hicieron posible el primer alunizaje. En la foto estoy frente a una cápsula Geminis, en el Museo del Aire y del Espacio, de la Smithsonian Institution. También asistí a una conferencia por el jefe de la agencia espacial rusa; y visité el centro Goddard, de la NASA.
El niño que en 1969 estaba extasiado frente a la tele, ahora no lo está menos.