Que la versión oficial del Himno nacional la cantaren jóvenes con voces espectaculares era genial; pero que al Himno se le cambiara el ritmo para aggiornarlo, o que se intentara cambiarle la letra con el mismo propósito, eso es otro par de zapatos. La tentación de modificarlo al calor de algún revisionismo ideologizado debe ser resistida. Por eso es bueno que el Ministerio de Cultura haya recapacitado y que el Himno conserve su integridad.
No recuerdo en qué grado de Primaria me aprendí el Himno guiado por las señoritas Anabella, o Teresita y por la que era mi profesora de canto (cuyo nombre olvidé). Recuerdo que nos explicaron cada verso; y entonces fue que aprendí lo que significaba lamer el yugo, y lo que era el paladión.
Objetivamente, tanto la letra como la música del Himno son bellos. Su letra, su música y su ritmo le aportan -a quien pone atención- ese placer poético y ese mundo romántico que proyectan emociones intensas, vinculadas a valores y virtudes íntimamente relacionadas con un sentido de vida. Uno heroico. Como en esta estrofa: Pues tus hijos valientes y altivos, que veneran la paz cual presea, nunca esquivan la ruda pelea si defienden su tierra y su hogar.
Para que el Himno no pierda su carácter y no se vaya convirtiendo en una burla, o en algo vacío, conceptos significativos como venerar la paz cual presea y defender la tierra y el hogar deben ser cantados con música y ritmo que no anulen, ni invaliden aquellos conceptos. El Himno de Guatemala tiene una integridad que trasciende el nacionalismo ramplón y estatista -del que hay que huir como se huye de la peste-, para recoger con elegancia y dignidad el ideal legítimo de oposición a la tiranía y al poder ilimitado; así como el derecho de las personas a determinar su propio destino.
El Himno dice: ¡Guatemala feliz…! que tus aras no profane jamás el verdugo; ni haya esclavos que laman el yugo ni tiranos que escupan tu faz; y pues, eso, esa estrofa no se canta con música y ritmo que no sean lo apropiados para inspirar el rechazo a toda tiranía, sin importar el color que tenga.
Columna publicada en elPeriódico.