Durante este fin de semana el régimen de Nicolás Maduro -en Venezuela- usó gente común, hambrienta y desesperada, como carne de cañon y quemó seicientas toneladas de alimentos y medicinas que servirían para aliviar las angustias de quién sabe cuántos venezolanos. Por lo menos dos personas murieron a manos de esbirros bolivarianos. En mi pueblo, y en cualquier lugar descente estos son crimenes de lesa humanidad.
![Imagen de previsualización de YouTube](http://img.youtube.com/vi/DO-KIA3k2XQ/0.jpg)
El desalmado espectáculo que ofrecieron los esbirros de Maduro (y herederos del chavismo) fue de tal magnitudo que ni siquiera Michelle Bachelet y la ONU pudieron permanecer ajenos a la barbarie.
El régimen de Maduro perdió la oportunidad agradecer el gesto humanitario, de hacerese con el contenido de la caravana, revisarlo, repartir su contenido, tomar fotos y vídeos de su ejército haciendo la repartición y viralizarlas. Ese régimen es tan cafre que prefirió hacer lo que sabe hacer mejor: usar la violencia y el terror, contra la gente.
La dictadura se ha pintado como lo que es: una tiranía socialista como cualquiera otra de las de su clase. Y con los actos que vimos durante el fin de semana, Maduro le ha servido la mesa a una intervención que acabe con su régimen vesánico y criminal.
La intervención internacional, por cierto, no es buena, ni mala en sí misma. Depende de cuál es su propósito y ante qué tipo de actos responde. No es lo mismo una intervención para ayudar a un pueblo a sacudirse a los tiranos que lo están matando de hambre; que una interención para establecer un régimen autoritario, o totalitario. No es lo mismo una intevención para evitar crimenes contra la población civil por parte de los gobernantes; que una para manipular instituciones, legislación, elecciones y la justicia con tal de establecer un tipo de gobierno al margen de la voluntad de los votantes y de los tributarios.
En todo caso, delincuentes como Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y los líderes de la Guardia Nacional y de la Policía Bolivariana que no se acojen a la amnistía ya están durando mucho.
Yo pensé que hoy lunes amanecíamos sin aquellos déspotas. Tic, tac, tic, tac.