La del Monumento a los Próceres de la Independencia, conocida como Plaza del Obelisco, es la fiesta de la gente y sólo caundo uno está ahí y comparte la alegría de las familias, los amigos, los vecinos, los compañeros y especialmente de los niños, puede entenderla.
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Se diferencia de las celebraciones en el Centro en que en el Obelisco no hay funcionarios. La gente llega a encender sus antorchas, a tomarse la foto y a salir corriendo cada quién sabe a dónde. No hay edad para no divertirse en esta fiesta. Llegan desde niños hasta ancianos, desde barrios cercanos al Obelisco hasta pueblos lejanos. Es un punto de encuentro efímero, pero profundo porque de todos los que estamos allí es esta tierra. Todos llegan en paz y con ganas de pasar buenos ratos. Todos esperan su turno, todos encuentran lo que iban buscando y todos se van en paz. ¡Es la fiesta de la gente1
El viernes vi dos policías y un bombero…y docenas de ventas de tacos, gaseosas, cervezas, banderas, gorgoritos, vuvuzelas, bufandas, gorras, sombreros, máscaras, bandanas y todo eso que contribuye al espíritu celebratorio y de comunidad.
Antes de llegar al Obelisco caminamos por la Avenida de la Reforma en donde pasan un maral con sus antorchas. Unos van corriendo y otros van en buses, unos en bicicletas y otros en motos. Las motos se hicieron más notorias este año. Hubo unos que iban en rickshaws. Es emocionante cuando las multitudes de antorcheros se saludan y se animan entre si. Algo molestas fueron las bolsas de agua que tiraban algunos; pero se entiende la buena intención de refrescar a los corredores. Y entiende la chingadera juvenil de mojarse y mojar a otros.
Veníamos del Centro donde vimos a chicos y grandes desfilar en las calles. Allá también, ni la edad, ni las sillas de ruedas son obstáculos para que la gente disfrute de la fiesta. La plaza estaba llenísima, no sólo con las bandas de escolares que tradicionalmente acompañan a la izada de la bandera, sino por el montón de gente que va a verlas y a aplaudirlas. Allá me gocé las salvas de artillería durante la izada de la bandera y tres señoras que eran las únicas que se sabían el Himno de Cetnroamérica me hicieron reír mucho. Allá también ves a los niños maravillados con las multitudes, los colores y los desfiles. ¿Cuándo fue la última vez que te maravillaste con cosas así en una fiesta callejera?
Es cierto que hubo abucheos al Presdente; y ¿sábes qué? Los chapines deberíamos conservar la sana costumbre de abuchear a los presidentes. Para ponerlos en su lugar, para recordarles de dónde vienen y a dónde van y que no son más que mandatarios de nosotros los mandantes. Para recordarles que a menos que encarnen la unidad de la nación y que se comporten com dignitas, gravitas e integritas, son prescindibles en estas celebraciones.
¿Sábes qué sería genial en el Centro y en el Obelisco? Que la gente no dejara tirada su basura. Y sábes que sería más genial, que nadie vuelva a llevar violencia a esas fiestas, como ocurrió en 2017. Este año no hicieron falta los revolucionarios.