Con la Quema del Diablo comienzan las festividades chapinas propias del solsticio de invierno.
Disfruto mucho esta fiesta porque es una oportunidad para celebrar la vida con amigos queridos y para recordar a dos personajes malentendidos, uno de ellos casi olvidado y que -aparentemente- no tienen nada en común: Lucifer y Prometeo.
Ambos se rebelaron contra dioses tiránicos y arrogantes. Ambos fueron cruelmente castigados por su atrevimiento. Uno es el traedor de luz, y el otro les dio el fuego a los hombres. Ambos son heroicos.
En la tradición chapina, la Quema del diablo es una oportunidad para echar al fuego lo malo, lo inservible, lo viejo, lo que hace daño, y lo que no queremos para el año que viene, en un contexto místico y mitológico. Desde una perspectiva racional y más universal, la fiesta trae la luz y el fuego a la época del año en la que las noches son más largas, frías y oscuras, por lo que es apropiado celebrarla con familia y amigos, y recordar que aún en la oscuridad es posible la luz.
Los Peter, que son nuestros anfitriones en esta fiesta, se rayaron este año…como se rayan en otras ocasiones. La compañía fue encantadora, los tamales y el ponche estuvieron deliciosos, los pasteles y dulces también. La pira fue magnífica. Los niños gozaron la fogata y los cohetes. Lehaim!