Viajé en el tiempo porque las pastillas Gallito, con sabor a violetas, todavía tienen el mismo sabor delicioso que tenían cuando yo era niño.
Digamos que tenía unos 40 años de no comerlas (mínimo) y a mi hermano, Juan Carlos, le trajeron unas de Costa Rica. Fue hermoso abrir el cilindro y ver el color, riquísimo sentir el aroma y delicioso encontrarme con aquel sabor clásico.
Es cierto que las comidas traen recuerdos; y eso no excluye a las golosinas, ni a las bebidas. A mí me encanta cuando puedo establecer un vínculo entre mi pasado y mi presente por medio de sabores, aromas y texturas de aquellos alimentos que me ponían contento cuando era niño.