La frase Pueblo chico, infierno grande alude al hecho de que en las poblaciones pequeñas -donde todos se conocen- abundan los chismes, la vida es en la plaza pública y las ofensas se vuelven personales con facilidad. Es por eso que la labor de los periodistas en aquellos poblados es más peligrosa que la que se ejerce en ciudades. En pueblos donde te machetean por ver mal a la mujer equivocada, imagínate lo que puede pasar por meterte con los negocios de un cacique.
Durante la peor parte del enfrentamiento armado mediante el cual la exguerrilla trató de tomar el poder para establecer la dictadura del proletariado, muchos periodistas sufrieron vapuleos, secuestros, asesinatos y otras formas de violencia. A veces por estar involucrados en el conflicto; y otras como víctimas inocentes de la demencia propia de la violencia generalizada. A finales del siglo XX y principios del XXI hubo un período de tranquilidad que se ha ido deteriorando. El martes, con el asesinato vil de los periodistas Danilo López y Federico Salazar, hecho en el que resultó herido el también periodista Marvin Túnchez, la sociedad guatemalteca recibió una llamada de atención dolorosa: la de que el precio de la libertad es su eterna vigilancia.
La relativa tranquilidad que vivimos en el período citado quizás nos hizo olvidar que la libertad –sin la convicción de defenderla– es precaria. Quizás nos hizo olvidar que en el interior del país las personas y sus derechos son muy vulnerables. No sólo frente a los caprichos del poder en la cúspide de la pirámide, sino frente a las veleidades de los más pequeños intereses locales.
Mucha gente cree que la libertad de expresión es una facultad exclusiva del periodismo y esta percepción es peligrosa porque pareciera que aquella es un privilegio, o algo parecido. Lo cierto es que como derecho individual que es, la libertad de expresión es una facultad de todos. Un muerto a causa de ejercerla, o de defenderla, es un muerto de cada uno de todos. Un muerto por la libertad de expresión asusta a todos; y un pueblo de ovejas asustadas es uno que está preparado para el lobo…y para el infierno.
Columna publicada en El periódico.