¿Por qué es que practico algunas tradiciones -aunque no esté de acuerdo con la filosofía de muchas de ellas-? Es que me gusta el encuentro entre generaciones; el establecimiento y fortalecimiento de vínculos culturales, históricos, familiares, y amistosos. Las tradiciones nos presentan la oportunidad de enriquecernos cultural y afectivamente. Nos sirven para aprender acerca de costumbres y prácticas que no sólo son inmemoriales (en muchos casos), sino que se han adaptado, o han permanecido prácticamente inmutables.
Los lectores descuidados creen que porque uno es individualista debería rechazar las prácticas culturales colectivas. Empero, no hay nada en el individualismo metodológico que apunte en esa dirección; y ciertamente no hay nada en el individualismo -como principio según el cual los hombres poseen derechos inalienables que no les pueden ser arrebatados por ningún otro hombre, ni tampoco por cualquier número, grupo o conjunto de hombres- que apunte hacia aquella creencia.
Las tradiciones colectivas son parte de la evolución social y la enriquecen. Son parte del largo proceso de prueba y error por medio de cual crece y prospera una sociedad. No sólo de forma, sino también de fondo. Las tradiciones dan un sentido de pertenencia: a este grupo de amigos, a estas familias, o a esta tribu.
Dicho lo anterior, de verdad les agradezco a mi bisabuela, a mis abuelas, a mis padres, a mis amigos y a todos los que no sólo me enseñaron a disfrutar de las tradiciones y de la alegría de celebrarlas en compañía de quienes uno ama; sino que me permiten ser parte de ellas. ¡Mi vida es muchos más rica gracias a las experiencias, y a quienes me acompañan en el camino de vivirlas!
Este año, como en 2013, hicimos con unos amigos en la Quinta avenida y Primera calle de la zona 1. Las alfombras son componentes propios e indispensables de las procesiones chapinas. En su libro, Alfombras de aserrín, Amelia Lau Carling cuenta que La semana antes del domingo de Pascua…los vecinos crean alfombras de aserrín teñido, de flores y de frutas sobre el camino de muchas procesiones. Año tras año las hacen con nuevos diseños. Año tras año las procesiones marchan sobre ellas, destruyendo sus dibujos al pasar. De niña en Guatemala, mi hogar era el de una familia china que se aferraba a sus costumbres. Pero la semana santa era una temporada como ninguna otra hasta para una familia china tan tradicional como la nuestra. Con los vecinos nos juntábamos en las aceras para admirar las alfombras antes de que los cortejos caminaran sobre ellas. Viendo las procesiones, yo sentía que la historia que narraban ocurría ahí mismo. Y la belleza de los breves tapices creados con tanto primor se ha quedado grabada en mi corazón.
Elegí este relato porque Amelia expresa muy bien mis propios sentimientos frente a las alfombras; porque la familia de Amelia vivía en la Quinta Avenida de la zona 1, a unas cuadras donde vivía mi tatarabuela, Gilberta y su familia, sobre la misma avenida en la que hicimos la alfombra del viernes; y porque este año –por segunda vez en mi vida– estuve algo involucrado en la elaboración de una alfombra de aquellas.
Al describir el proceso, Amelia cuenta que Primero puso una capa de aserrín natural y la regó con agua. En seguida sus ayudantes dibujaron sobre ella las figuras de aserrín coloreado. Se encaramaban sobre tablas para alcanzar los lugares que debían adornar sin estropear lo que ya habían hecho. Con un colador y unos esténciles de cartón, pasaban finas lloviznas de colores. Cuidadosamente medían los diseños, siguiendo las instrucciones…luego otro ayudante pasaba por toda la alfombra con una regadera muy fina de agua, “pish, pish”, para que el aserrín quedara bien plano. Ay, que linda era. ¡Parecía una alfombra de verdad!
Luego de elaborar la alfombra, y luego de que pasara la procesión de La Recolección, doña Yoli nos invitó a almorzar los tradicionales bacalao a la vizcaína y torrejas. ¡Que le salen deliciosos! Una buena recompensa por unas 6 horas de trabajo…que no cuentan como trabajo porque es un agradable encuentro entre viejos y nuevos amigos, acompañado por buenas bebidas y variadas bocas o tapas. A veces cansados, pero siempre dispuestos a reírnos y a disfrutar de todo lo que es bueno, lo que es bello y lo que es pacífico. Le haim.
El de la foto de abajo (por Bernardo) es el equipo que elaboró la alfombra frente a la casa de doña Yoli.
Me recuerda mucho una pregunta que me hizo un pariente una vez “¿Usted sabia que lo que hace se va a la basura? ¿Para qué pierde el tiempo? Ni siquiera sabe si la gente realmente tiene la misma religión y usted sirviendo a quien no conoce.”
El tiempo invertido junto a amigos es mi historia, nadie debe pensar como yo, actuar como yo, tomar las decisiones que yo tomaría porque no es su obligación pero me dedica su tiempo, enriquece mi experiencia y me ayuda a cuestionar mis propias creencias y fortalecer mis propias metas
El dicho “nadie sabe para quien trabaja” puede ser muy cierto en el caso de alfombras, no todos los que las disfrutan son católicos, hay gente que lo hace por turismo, por arte, por practica de fotografía, por tarea escolar, por compromiso o porque camino al supermercado paso por ahí.
Nadie sabe para quien trabaja pero se que lo que hago, procurando ser lo mejor que puedo lograr, será parte de la historia, mía y de gente que no conozco, no es necesario conocerla, hay muchos carpinteros evangélicos que hacen el aserrín en sus carpinterías y no reclaman para qué usan SU aserrín, muchos comerciantes vendiendo todo el material (en días que supuestamente es pecado trabajar) para que otros puedan estar ahí con todo lo que necesitan.
La sociedad, el comercio, las tradiciones, ¡la vida! necesita de la colaboración y el trabajo de otros que no conocemos que no es necesario conocer y que seguramente no pensaran como nosotros ni tendrán la misma fe, pero tampoco es necesario
Lindo artículo. Qué alegres se ven todos.
Dicen que el papa Juan Pablo II quedó maravillado la primera vez que vino a Guatemala y vio la alformbras que le hicieron.
Dichosos los que tienen familia, amigos o comunidad, porque saben que pertenecen… Dichosos los que valoran las tradiciones, porque saben que han trascendido. Bien dicho, como siempre mi querido LuisFi.
Preciosa!
Que las tradiciones nunca mueran.