En casa de mis padres hacían dos recetas distintas de lengua de res: la receta chapina que era con salsa de tomate, aceitunas y alcaparras; y la receta tica, que era con salsa de tomate y arvejas. Ambas me gustan, pero prefiero la primera porque es más intensa.
Anoche hicimos lengua para la cena. Lengua, arroz e ichintal. ¿Y de postre? Helado de chicos. Fue una cena de familia, muy divertida, muy agradable y muy entrañable.
Lo de la lengua fue una aventura porque nunca la habíamos preparado en casa. Mi hermana nos prestó su olla de presión (porque así se hacía en casa de mis padres); pero a última hora dispusimos cocerla en olla de cocimiento lento que es como solemos hacer este tipo de platos en casa. El plan es que la lengua se cociera durante la noche…excepto porque se nos olvidó encender la olla. A las cinco de la mañana y por casualidad lo que había pasado y a esa hora empezó el cocimiento lento.
Yo no sabía que la lengua se somata para ablandar y separar el cuerito que la cubre, antes de cocerla. ¡Ni siquiera sabía que tiene un cuerito! Si no es porque hablo con mi madre, para afinar detalles de la cena y para pedirle que me prestara una botella de ginebra, ni siquiera me hubiera enterado y quién sabe cómo hubiera salido el plato. ¡Bam, bam, bam!, somatamos las dos lenguas antes de ponerlas a cocer.
Para no hacer la historia larga la lengua y todo fue un éxito. Salió suavecita, deliciosa y me quedaron muchas ganas de prepararla de nuevo. Quiero probarla envuelta en huevo, con salsa de tomate, como la preparan en casa de mi amiga, doña Lucy.
LENGUA DE RES… es y será siempre mi “platillo favorito” ya que su exquisitez fué lo que me cautivó, en aquellos tiempos cuando mi madre la cocinaba. Es raro que en esta época la preparen como se debe y me conformo con comerla aunque sea solo cocida…. 🙁
Yo detesto la lengua, pero ese plato se ve delicioso. Solo la compro salitrada para el fiambre.